DE MIS NOTAS

Sin bandera

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El 14 septiembre pasado se cumplieron 151 años de la existencia de nuestra bandera. El Congreso de la República, en el decreto 104-97, establece que es la insignia suprema y sus colores son azul y blanco. El azul expresa fortaleza, justicia, verdad y lealtad. El blanco, pureza, paz, integridad, firmeza y luz.

' El colmo de la osadía, que más que osadía es un acto insensato, imprudente y antipatriótico.

Alfred Kaltschmitt

Durante estos 152 años de su existencia, nuestra bandera continúa ondeando en los mástiles de escuelas, institutos, oficinas y cuarteles; en el Parque Central, frente al Palacio Nacional; en las embajadas alrededor del mundo; y en su máxima representación, en el despacho del presidente de la República. Allí siempre ha estado la bandera: en celebraciones, en conmemoraciones, en la paz, en la guerra y en festividades, llenándonos de civismo y fervor patrio.

Hoy, por primera vez en 152 años, a los héroes deportistas de nuestro país se les veta el derecho de usarla y, junto a ella, también acallan el Himno Nacional y hasta el nombre de Guatemala. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe fueron cancelados; y en los Juegos Panamericanos tampoco podrán competir nuestros atletas por su país.

Esto, a pesar de que los Juegos Olímpicos y el deporte son, según todas las “naciones unidas del mundo”, la esperanza de un mundo mejor; un mundo que trasciende fronteras y une en una sola identidad humana a los atletas del planeta para que celebren, al competir, la exhibición de sus mejores destrezas, sus disciplinas y su amor al deporte.

Duele hasta el alma, anticipar el profundo sentimiento de frustración y vergüenza que un deportista pueda sentir, cuando, a pesar de ser un abanderado de su país y un seleccionado por sus éxitos deportivos y su destacada labor, se le impida encabezar la delegación de sus compañeros portando su bandera. Lágrimas de dolor cuando no pueda oír, ni sentir su Himno Nacional, ni ver tampoco en las pantallas el nombre de su patria. Dolerá aún más, y nos sentiremos profundamente consternados todos los guatemaltecos, cuando nuestros medallistas triunfen y no podamos observar la bandera nacional ondeando en las gestas deportivas.

152 años han tenido que pasar para que un gobierno se cuelgue la medalla de la infamia al ser el primero en evitar que nuestra consagrada bandera y los símbolos patrios que nos identifican y nos llenan de orgullo como guatemaltecos, sea mancillados por irrespetar la Carta Olímpica.

El enfrentamiento no ha conducido sino a este caos con aliento de tragedia. La solución sería simple: Respetar la Carta Olímpica y los valores del Olimpismo: Excelencia, respeto y amistad.

El respeto a estos valores y la conciencia del profundo daño que les hacen a nuestros deportistas deberían de ser suficientes razones para terminar con esta infamia que afecta al país entero.

No se trata de una determinación legal con carácter irrevocable. Al contrario, puede revertirse y devolverle a Guatemala la posibilidad de ser un país olímpico.

El juego limpio (fair play) es una regla no escrita; un valor moral que representa la verdadera esencia del deporte.

No perdamos esta oportunidad, porque quedará plasmado para siempre en la historia del deporte Olímpico Guatemalteco lo que hoy aún pueden revertir.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.