El Código Municipal vigente obliga a los alcaldes y corporaciones municipales a preparar los planes de ordenamiento territorial y sus reglamentos, con el fin de garantizar la calidad de vida de los habitantes en sus municipios.

La planificación no es materia complicada, aunque lo parezca. Se trata de una especialización de la Arquitectura. Ofrezco ejemplos elementales que ilustran lo dicho.

Cada mañana, antes de salir de casa, nos levantamos, duchamos, vestimos y desayunamos. El orden de esas acciones puede variar dentro de ciertos parámetros; podremos salir a la calle sin habernos bañado o desayunado, pero desnudos, definitivamente no lo haremos. Y si de vestirnos se trata, los calcetines van antes que los zapatos y la camisa con la corbata, antes que el saco. Estas tareas primarias de planificación las aprendemos muy temprano en la vida, al punto de que llegan a formar parte de nuestro subconsciente, permitiéndonos actuar automáticamente.

Algo parecido sucede cuando se planifica una casa. La puerta de ingreso estará directamente hacia la calle. Le sigue la sala, en donde recibimos las visitas. La cocina deberá estar cerca del comedor, para que la comida llegue caliente a la mesa, y a nadie se le ocurrirá entrar a la casa a través de los dormitorios.

Por su parte, el ordenamiento del territorio comprende un conjunto de acciones político-administrativas tendentes a orientar su desarrollo, regulando el uso del espacio físico, en armonía con el medio ambiente, acciones determinadas por las tradiciones y herencia cultural. Tendrá por objeto generar el bienestar económico y general de la población, que será producto de una efectiva participación de los diferentes actores sociales.

Los pueblos y ciudades en Guatemala, como los conocemos hoy, vienen del período colonial (1524-1821), cuando se implantó la traza urbana ajedrezada —de origen romano—, orientada a los puntos cardinales, partiendo de un espacio central, la Plaza Mayor, en donde su ubicó la iglesia católica, orientada este/oeste, algunas veces construida sobre un templo preexistente de la cultura ancestral. Por su naturaleza, esa traza permite su crecimiento ad infinitum, solamente limitada por los accidentes geográficos.

En época republicana proliferó la creación de nuevos edificios de claro influjo francés, norteamericano e internacional. En cuanto al crecimiento urbano, se amplió la trama indicada, aunque también hubo experimentos de nuevos trazos, en el primer tercio del S. XX, como en un sector de la zona 4, en la ciudad de Guatemala, girado 45°.

Más tarde se recurrió a la planta libre de los años 50-60, atendiendo la topografía del terreno a desarrollar, particularmente para conjuntos de vivienda, que incorporó nuevas calles y bulevares, a fin de facilitar el crecimiento previsto de la circulación vehicular. En ese período hubo importantes aportes a la planificación territorial, desde instancias como la Dirección General de Obras Públicas, la Municipalidad de Guatemala y el Instituto de Fomento Municipal, siendo el más importante el Anillo Periférico de la ciudad de Guatemala.

Hoy, la planificación territorial es insoslayable, a la que debe sumarse el riesgo ante los desastres naturales. De ahí la importancia de los planes del Colegio de Arquitectos de Guatemala por estimular la organización de sus agremiados en las diferentes comunidades para que, con el apoyo de las subsedes departamentales del Colegio, lleguen a incidir en los concejos municipales, en términos de asesoría profesional, para la formulación de ese importante instrumento técnico-leal, y propiciar cumplir con la obligatoriedad que da el Código Municipal, como única manera de prevenir desastres, haciendo uso racional del suelo y de sus recursos.