SIN FRONTERAS

Tercer País Seguro: un acuerdo teñido de sangre

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Desde hace algunos años, los solicitantes de asilo han hecho colapsar el sistema migratorio de Estados Unidos. Seres humanos de muchos lugares, pero en especial, centroamericanos que escapan de la tragedia regional, se han dado cuenta de esto, y apuestan sus vidas con tal de llegar a ese país, aunque solo sea por los pocos años que tome su solicitud en ser procesada por un juez. Una ventana de tiempo, un respiro, que les permite salir de su inminente peligro. Donald Trump —obligado por ley a alojar a los solicitantes mientras terminan sus procesos— busca disuadir que más personas lleguen a su frontera, y no pareció tener ningún problema con hacerlos amontonar en la miseria de la realidad guatemalteca, uno de los territorios más mezquinos e inseguros para vivir de todo el continente. El presidente guatemalteco —un auténtico títere, con limitaciones de carácter y una tendencia hacia lo bagre— saltó ante la oportunidad de congraciarse con la Casa Blanca, y se regaló ante la idea de hacer de Guatemala una inmensa cárcel de migrantes.

Los republicanos están convencidos de que los centroamericanos que solicitan asilo burlan maliciosamente el sistema. No los miran como refugiados, sino como migrantes que huyen por motivos económicos, o de violencia común —ambos que no están incluidos en los cinco motivos de miedo para ser refugiado: raza, religión, nacionalidad, pertenencia a grupo social u opinión política—. Se les escapa, por supuesto, que cuando poblaciones enteras se movilizan existen motivos políticos subyacentes que justifican el estatuto humanitario. La movida de Trump, confabulado con el gobierno guatemalteco, nuevamente tiene como propósito ulterior la disuasión: si un salvadoreño u hondureño conoce que para ir a  EE. UU. debe pasar unos años por el filtro del tercer país seguro, este preferirá quedarse en casa. Pero actúan en auténtico fraude legal, amparados en el sistema de la Convención sobre el Estatuto de Refugiados, que tiene como propósito último —no el espíritu de cooperación entre estados, como dijo Morales— “el principio de que los seres humanos, sin distinción alguna, deben gozar de los derechos y libertades fundamentales”, condiciones mínimas que el Estado guatemalteco no provee siquiera a su propia población.

' Cuando las poblaciones se movilizan, existen motivos políticos que justifican el estatuto de refugio.

Pedro Pablo Solares

Es de reconocer que la presión puesta por un personaje del talante de Trump no es fácil de afrontar. Pero existen indicios ciertos para especular que haya sido, no una imposición desde su inicio, sino otra de las genialidades de don Jimmy. No está demás recordar la vergüenza del caso de la embajada en Israel, donde sin que siquiera se le solicitara saltó también a la oportunidad de ponerse a los pies de la Casa Blanca, y lo más importante, sin beneficio alguno para el país que representa. Las cámaras empresariales también se plegaron precipitadamente. No hurgaron en los válidos argumentos para impedir la amenaza de las sanciones. Habrá que seguir la pista del dinero que venga relacionado con el acuerdo, para investigar intereses ulteriores.

En nuestro arcaico estado, se ve venir una nube de muchas tonalidades grises. Humanos apiñados en jaulas pueden ser en un futuro cercano las escenas que se miren desde nuestra nación. O quizás los paisanos simplemente evadan el sistema de asilo, y continúen su marcha hacia el Norte, como se hacía antes, exponiéndose más a los enormes peligros del viaje. El temor que inspira es grande, y con razón se habla mucho desde la perspectiva propia. Pero no hay que olvidar a los hermanos centroamericanos que están destinados a ser las víctimas más severas de este acto cruel e inmoral. Muchos de ellos corren con un cañón de pistola puesto sobre sus cabezas, o peor aún, las de sus hijos. Si este acuerdo llegara a subsistir, teñiría de sangre las manos perversas que lo firmaron. ¡Vaya legado!

ESCRITO POR:

Pedro Pablo Solares

Especialista en migración de guatemaltecos en Estados Unidos. Creador de redes de contacto con comunidades migrantes, asesor para proyectos de aplicación pública y privada. Abogado de formación.