LA BUENA NOTICIA

Todo cambió… en un momento

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De la velocidad de los cambios en la tecnología, en la información, en los mismos hechos históricos, bien ha dicho A. Semler (1959-2017): “Todo se transforma de tan rápidamente que en cinco años sucede lo que se demoraba antes medio siglo… El problema es que hablar de lo eterno, de lo “posterior” se ha vuelto casi imposible para el hombre y la mujer que persiguen solo el “ahora” y han perdido todo sentido de un más allá”.

' Y todo cambia con un virus o una guerra inesperada, en un momento.

Víctor Hugo Palma

La Buena Noticia de mañana enfoca en su crudeza esta verdad, pero como defecto presente, una ceguera de todas las generaciones. La parábola del hombre rico y del pobre Lázaro tiene afirmaciones fundamentales: 1) Es posible caer en el “exceso del gozo inmediato” a niveles de fábula, pero de triste verdad: el hombre rico, sin nombre, pero al que la tradición llama Epulón (del latín “epulabat quotidie” o “banqueteaba diariamente”) es el ejemplo del desenfreno de todo tipo, pues también “vestía de púrpura”, el más caro material de entonces. La pospandemia nos ha asombrado a todos con que ciertas economías personales se han multiplicado de forma increíble, mientras que en la generalidad de los casos la pobreza ha escalado en niveles de anterior estabilidad. Y todo cambia con un virus o una guerra inesperada, en un momento; 2) El paso del tiempo ocurre también para otro, el mendigo Lázaro (abreviación de Eleazar o “auxiliado por Dios”): él vive lo contrario a su hermoso nombre, cuando sobrevive en medio de heridas lamidas por los perros a la puerta del llamado Epulón; 3) Lo curioso en ambos casos es que pertenecen al mismo pueblo elegido, al Israel que fraguó su propio drama de destrucción cuando la palabra “hermano” se convirtió solo en tratamiento social sin mayor significado, ni compromiso solidario, incapaces de abrir la simple puerta que separaba a ambos mientras el tiempo pasaba.

4) Y de pronto, todo cambia: el que nada en abundancia insensible se encuentra en un más allá de tormento, en el clásico “infernum” y donde experimenta la carestía que nunca imaginó. Todo cambia también para Lázaro, ahora “auxiliado por alguien” que lo tiene en el “seno de Abraham”, es decir, el lugar donde ya no hay carencias; 5) Acá las cosas se complican: ¿hay una maldición para los que tienen y una bendición para los que no tienen? La teología de la Retribución hebrea así lo sostenía, pero la realidad mostraba lo contrario: es posible tener mucho y ser “justo a los ojos de Dios” y no tener no es siempre signo de bendición: cierto, Dios ve con especial mirada de misericordia al pobre, pues está sufriendo las carencias, tal vez ocasionadas por sí mismo o por otros; 6) En síntesis: el ahora terreno es un tiempo de inversión, en aquello que no aparece para los ateos actuales, pero sí se dará: el más allá que supone un estar atento para no quedarse sin nada, puesto que nadie se lleva lo acumulado, excepto cuando ha hecho no simple limosna, sino verdadera solidaridad. El tiempo pasado es irreversible, y si hay necedad en quien quiere ser necio, “no con la resurrección de un muerto” —el caso de Cristo mismo— habrá conversión del materialismo al humanismo, como lo pide Papa Francisco: “Ningún mensajero y ningún mensaje podrán sustituir los pobres que encontramos en el camino, porque en ellos nos viene al encuentro Jesús mismo: Todo aquello que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25,40; Catequesis del 18 de Mayo del 2016).

Que las obras buenas de justicia y honestidad, de apertura de la puerta del corazón no falten hacia los Migrantes en su Jornada del 25 Septiembre en las generaciones guatemaltecas, tentadas como todo el mundo de vivir en desenfreno el aquí y ahora, cuanto todo cambia… en un momento.

ESCRITO POR:

Víctor Hugo Palma Paul

Doctor en Teología, en Roma. Obispo de Escuintla. Responsable de Comunicaciones de la CEG.