SI ME PERMITE

Todos escondemos un niño en nuestro interior

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“Hay en el niño algo de hombre desde la cuna, como hay en el hombre algo de niño hasta la tumba”. Felix Valloton

Se entiende que la etapa de la niñez es el tiempo de lo formativo que habrá de determinar el modo de ser de uno para el resto de la vida. Por ello, sobre esa base se están construyendo no solamente los sueños que tenemos, sino también las oportunidades que se nos presentan a diario.

' Los niños logran mucha más atención que cualquier maestro en una clase explicando una materia

Samuel Berberián

La realidad de la niñez y el potencial que esta encierra explica lo absorbente que se torna el tiempo de la niñez, no solo en el cuidado que ellos exigen, sino más importante lo que en ellos estamos invirtiendo. Por lo tanto, lo que se debe hacer en su tiempo es aceptar que no hay modo de regresar para completar lo que no se hizo.

Hay una realidad innegable en muchos adultos cuando en algún momento recuerdan su infancia, tienen sentimientos encontrados porque hubieran querido que los adultos que los rodearon hubieran cumplido con el deber que pesaba sobre ellos. Pero, por no haberlo hecho, el vacío los acompaña el resto de la vida, y si bien buscan enmendarlo, se hace muy difícil.

Lo interesante es observar cómo cada niño cuando está acompañando a los adultos en la rutina de la vida tiene una modalidad contemplativa constante en no solo mirar qué hace y cómo lo hace, sino está absorbiendo la información en su mente, lo cual se transforma como una vivencia que en un momento dado en el futuro le servirá, sea para bien o para mal, pero estará allí.

Cada niño que está bajo nuestro cuidado es una responsabilidad única de poder invertir en esa vida para que al crecer e integrarse a la sociedad pueda llevar la tan usada frase que se escucha: “Ahora entiendo…” Evidentemente cuando sucedió fue un simple detalle o muy posiblemente una rutina de los adultos que llegó a marcar al niño, que en su vida adulta será algo que le servirá para lo que le toque hacer.

En las carreras que hoy día nos toca vivir cuesta reflexionar lo importante que es no solo el asunto de cumplir con el deber de hacer nuestra parte con ellos, sino mucho más importante que eso es tener un plan de cómo cuidar su etapa formativa para que sea integral y acorde a la individualidad de cada uno de ellos.

La formación de los niños es como aquel artista que está esculpiendo un pedazo de piedra teniendo en mente el perfil final de lo que está esculpiendo, para que cuando termine con la tarea pueda ver el logro que un día soñó.

Cada niño que tomamos de la mano para suplir sus necesidades debemos tener presente que es el adulto del mañana que habrá de hacer la diferencia en la sociedad simplemente por lo que invertimos en él. Exactamente por lo mismo, muchas veces nos cruzamos con algunos adultos que reflejan un comportamiento tan extraño que lo primero que hacemos es preguntarnos quién habrá sido el adulto que los crió para ser como son.

Por encima de aquello con lo que alimentamos a nuestros niños y de la educación que les podemos dar, es mucho más determinante nuestra relación personal con ellos para que podamos asegurar que serán adultos no solamente sanos, sino productivos y personas que serán objeto de admiración en el medio que se desenvuelvan.

El mejor regalo que nosotros los adultos podemos hacer a los niños en su día es darnos a nosotros mismos, siendo personas dignas de imitar y dando ejemplo que ellos puedan asimilar.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.