SI ME PERMITE

Todos necesitamos de la sombra de un árbol

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“El árbol que hemos visto nacer, dejará un remordimiento en la conciencia si lo sacrificamos sin motivo legítimo”. Domingo Faustino Sarmiento

Sin el riesgo de exagerar, podemos decir que todo mortal en algún momento, en el camino que transita, ha tenido que detenerse para descansar y lo ha hecho a la sombra de un árbol. Seguramente no fue él quien lo plantó para poder aprovecharlo, y si el caso hubiera sido que uno se sienta a la sombra del árbol que plantó, el placer y el descanso es mucho mayor, por el simple hecho de que está disfrutando de algo en lo que tuvo participación.

' Quien se sienta bajo un árbol disfrutando su sombra debe valorar al que tuvo a bien plantarlo.

Samuel Berberián

Es correcto, por lo mismo, decir que si alguien planta un árbol en esa acción está dejando una historia. No es extraño escuchar comentarios como “tu abuelo, cuando plantó este pino, nunca pensó que nosotros, después de tantos años, estaríamos disfrutando su sombra”. Por ello. sentados a la sombra de un árbol. hay una silenciosa gratitud por el provecho que ese árbol está dando.

Considerando que no estamos en el fin del mundo y otros seguirán viviendo en esta tierra una vez que nosotros hayamos marchado, algo muy valioso les podemos dejar, y es un árbol, para que su provecho genere expresiones de gratitud por lo que hemos plantado.

El valor que un árbol tiene es muy complejo. Cada parte de él nos brinda distintos beneficios, hasta el último pedazo que en el fuego nos dará su calor para que podamos lograr lo que nos hace falta para cocinar. Es una infinidad de usos que podamos darle a cada parte de ese plantío y por ello lo deberíamos tener presente y protegerlo.

Cuando en nuestra niñez hemos sido enseñados, el valor y cuidado de un árbol nos habrá de acompañar toda la vida, y es nuestro deber repetir el proceso con los que se nos confió para que, de generación en generación, los plantíos de árboles puedan multiplicarse.

Es mucho más que evidente que el proceso es a la inversa y cada vez hay más escasez de estas plantas que no solo nos dan sombra, sino que purifican el aire que respiramos para poder existir.

Qué sería de nuestra sociedad si cada padre de familia, al criar un niño, le asigna un árbol para cuidar y entender que está bajo su responsabilidad el cuidarlo para que no muera, y si ha podido escoger qué árbol quisiera plantar, si es árbol frutal u otro, sabe que incluso se le permitió tener su gusto.

Si en algún caso alguien quisiera hacer daño a esa planta, no nos costaría imaginarnos cómo ese niño reaccionaría en defensa de “su” árbol.

Por ello aceptamos que cada árbol nos habla de vida, y entenderíamos el significado que tiene el cuidado de él.

Con una perspectiva como esta podemos imaginarnos lo diferente que serían nuestras ciudades y nuestros campos, porque simplemente hay un principio básico de mayordomía que inicia de lo más elemental hasta hacer un cambio a todo nuestro entorno.

Fácilmente podemos quejarnos por la falta de árboles para poder valernos de la sombra para descansar, pero podemos invertir la queja en principios propositivos y entrar en la acción de hacer lo que se debe hacer, y hacerlo de tal modo que podamos de un modo simple contagiar a otros para que hagan lo mismo.

Sin duda es de humanos copiar lo que otros hacen, y les copiamos porque les sale bien. Cuando lo observamos, lo valoramos y asimilamos la práctica. Hagamos también algo para mostrar nuestro aprecio por los árboles.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.