CON OTRA MIRADA

Torre Manatí y los sueños de opio

|

En septiembre del año pasado los medios de comunicación escrita publicaron, con fotos de Desarrollos Inmobiliarios Izabal, la maqueta del proyecto de un hotel, en un edificio de aproximadamente 40 pisos (160 metros de altura). El anuncio indicaba que la Municipalidad de Puerto Barrios había otorgado la licencia de construcción para la torre más alta de Centroamérica.
Por considerarlo un despropósito, en la Comisión de Urbanismo del Colegio de Arquitectos de Guatemala lo tratamos, esencialmente haciéndonos preguntas y externando razonamientos variopintos:

' Su diseñador se presenta como arquitecto; hasta donde se sabe sin sustento para ejercer en el país.

José María Magaña

¿Un hotel de 40 pisos en Izabal? En donde el paisaje está dominado por la inmensa horizontalidad del mar, y del lado de tierra firme por la densa vegetación tropical en la que destacan las ceibas con sus 60-70 metros de altura. ¿Por qué competir con eso? ¿Qué clase de turismo esperan recibir? ¿Qué turista vendría a las playas del caribe guatemalteco a ver el edificio más alto de Centroamérica? Sería útil conocer el estudio de impacto ambiental y la opinión del Ministerio de Ambiente.

Incursionar de manera insensata en la naturaleza no es un buen modelo de desarrollo. ¿Qué costaría ver un poco a Costa Rica? Pareciera ser que los parámetros de crecimiento se miden en ganancias, negocios en dólares y exportaciones. Hemos visto que los migrantes son considerados un producto de exportación, cuyas remesas representan un avance y crecimiento de la economía. Jamás entenderán, mucho menos aceptarán, acciones de beneficio social. En lo público o en lo privado se desestiman las acciones de justicia social, pues la fuerza de trabajo la tienen asegurada al precio que ellos imponen en todas las escalas.

Para los inversionistas, eso es desarrollo. Estando frente al mar, ¿existirá un estudio hidráulico y sanitario que defina hacia dónde irán sus desechos?

No cabe la menor duda de que el “dios” dinero embrutece a la mara.

Esas lucubraciones trajeron a mi mente las torres en la bahía de San Buena Ventura, Panajachel, de inicios de 1970, que violaron todo signo de sensatez, agrediendo la unidad del paisaje natural de aquel hermoso entorno dominado por el lago, los volcanes y montañas que lo encierran.

Esas torres fueron duramente criticadas, como lo fue una década antes la reconstrucción de las ruinas del templo de San Francisco El Grande, en La Antigua Guatemala. La diferencia fue que esta última provocó la formulación y posterior emisión de la Ley Protectora de La Antigua Guatemala, con la que se evitó que se volvieran a hacer semejantes absurdos, pues el valor de la histórica ciudad radica en la calidad de ruina de sus grandes monumentos que la hacen ejemplo único de ciudad viva, conservada en el tiempo.

Esas torres fueron una mala idea que además dio traspiés financieros. Los terremotos de 1976 alteraron la economía del país, por lo que el proyecto tardó en recuperarse, aunque el paisaje quedó lastimosamente dañado para siempre.

Pero volviendo a la Torre Manatí, se sabe públicamente que su concepción, propuesta y trámite están en un entorno poco ortodoxo. Valuado en unos US$40 millones, fue vendido en 2020 a comparadores que hoy se sorprenden al ver que no hay más que un terreno baldío, pero cercado. Su diseñador se presenta como arquitecto argentino, dedicado a la construcción y desarrollos inmobiliarios; hasta donde se sabe sin sustento legal para ejercer la profesión en el país.

Su eventual construcción será una afrenta al paisaje de la costa caribeña de Izabal, que instancias como Ambiente, Turismo y Cultura habrán de impedir.

ESCRITO POR:

José María Magaña

Arquitecto -USAC- / Conservador de Arquitectura -ICCROM-. Residente restauración Catedral Metropolitana y segundo Conservador de La Antigua Guatemala. Cofundador de la figura legal del Centro Histórico de Guatemala.