Punto de vista

Transiciones y Venezuela

En este contexto, el gobierno tendría una muy difícil gobernabilidad y una precaria estabilidad.

Hay diferentes tipos de transición de la autocracia a la democracia. En el caso de las Filipinas, después de varios procesos electorales fraudulentos, en 1986 fuertes manifestaciones populares crearon las condiciones para un quiebre en el régimen de Ferdinand Marcos, particularmente en las Fuerzas Armadas que, conjuntamente a una fuerte presión internacional, convenció al dictador de abandonar el país. En el caso de Pérez Jiménez, el plebiscito fraudulento del 15 de diciembre de 1957 creó las condiciones para una fractura en el régimen y también en particular en las Fuerzas Armadas, provocando el conato de golpe de estado del 1 de enero de 1958, las manifestaciones populares subsiguientes y la decisión del dictador de abandonar el país el 23 de enero. En cambio, en las transiciones negociadas exitosas, los que entregaron el poder ejecutivo, mantuvieron, por un tiempo, ciertos espacios de poder. De Klerk fue vicepresidente de Mandela y hubo justicia transicional, a través de la Comisión de la Verdad del obispo Desmond Tutu. En Chile, Pinochet fue comandante del Ejército de Aylwin, senador de por vida y, por un tiempo, se mantuvo un sistema electoral favorable al electorado minoritario oficialista. Daniel Ortega entregó la presidencia a Violeta Chamorro, pero exigió que su hermano Humberto Ortega permaneciera como comandante del Ejército, por unos años. En Polonia, el presidente comunista Jaruzelski, mantuvo, por un tiempo, el control del Ministerio de la Defensa y del Ministerio del Interior, al entregar el gobierno al Primer Ministro democrático Mazowiecki.

El régimen, por ahora, se ha atrincherado en una posición, cada vez menos defendible, de que ganó las elecciones, aunque, después de más de tres semanas, el CNE no ha sido capaz de presentar las actas del escrutinio por mesa.

En la actual crisis venezolana, a raíz del “cuestionado” resultado de las elecciones del 28 de julio, el presidente Lula se limitó a ofrecer una inaceptable repetición de las elecciones. La propuesta de Petro fue más compleja, habló del levantamiento de todas las sanciones contra Venezuela, amnistía general nacional e internacional, garantías totales a la acción política, gobierno compartido transitorio y después nuevas elecciones libres. En lugar de hacer propuestas públicas, los presidentes Lula y Petro quizás hubiesen sido más efectivos fomentando y participando, como mediadores, en unas negociaciones privadas y serias, entre el régimen y la oposición democrática. El régimen, por ahora, se ha atrincherado en una posición, cada vez menos defendible, de que ganó las elecciones, aunque, después de más de tres semanas, el CNE no ha sido capaz de presentar las actas del escrutinio por mesa. Ojalá las mentes más lúcidas en el gobierno y las Fuerzas Armadas entendieran que aun aceptando que Edmundo González sea el presidente electo, al mantener el control de todas las instituciones del Estado, incluyendo el Tribunal Supremo y la Asamblea, con 5 meses de tiempo para entregar la presidencia, tienen una posición sumamente fuerte para negociar una transición, con garantías personales y políticas, quizás algo parecidas a las transiciones negociadas mencionadas previamente. Además, le ahorrarían al país las trágicas consecuencias socioeconómicas y humanas, que se producirían por el aislamiento internacional, la inseguridad jurídica, la falta de inversiones, el muy probable aumento de las sanciones y de la emigración. En este contexto, el gobierno tendría una muy difícil gobernabilidad y una precaria estabilidad.

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