De mis notas

Un enredo llamado LEPP

La Ley Electoral y de Partidos Políticos es urgente reformarla. No podemos permitir otro circo.

En el teatro de la política guatemalteca, la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) es un acto de ilusionismo que prometía claridad y democracia, pero que, en un giro irónico, ha encadenado al país a un caos que se perpetúa cada cuatro años. La LEPP, esa protagonista de varias de mis columnas, ha demostrado ser más un laberinto que un camino hacia la transparencia que tanto se anhela.


La democracia se sustenta en el libre intercambio de ideas; sin embargo, la LEPP, con una sobriedad que raya en lo cómico, ha sofocado la voz de candidatos y partidos, clasificando cualquier discurso político prematuro como una ofensa electoral. Se ha erigido un muro burocrático que impide conocer qué es lo que realmente defienden aquellos que buscan el voto.


Las reformas de 2016, nacidas de un idealismo que pretendía erradicar la corrupción, pecaron de ingenuas al no considerar la realidad del laberinto electoral del país. Tal omisión ha dejado al Tribunal Supremo Electoral (TSE) maniatado y a los partidos políticos vagando en un desierto de incertidumbre.


Con una ironía que no se escapa a los más perspicaces, la apertura de cuentas bancarias para los partidos se ha tornado en un chiste malo, con los bancos jugando a la esquiva por temor a ensuciarse las manos. La ley demanda certificados y constancias que son en sí mismos una comedia de trámites kafkianos, expulsando del escenario a cualquier aspirante a la candidatura.


La burocracia se convierte en un villano que desalienta la inscripción de asambleas y empadronamientos, rebajando la participación ciudadana. La legislación actual se burla de los medios de comunicación con tarifas irrisorias y restringe la libertad de expresión, asuntos que se han llevado a los tribunales con amparos interpuestos por la Cámara de Radiodifusión y la Cámara Guatemalteca de Periodismo.


Es crucial reformar la LEPP para oxigenar el proceso electoral y promover una participación ciudadana más vibrante. Se necesitan pasos decididos hacia una colaboración más estrecha entre bancos y autoridades para un escenario transparente y democrático.

Promover una reforma a la LEPP es urgente.  El desafío es ¿quiénes?


Los procedimientos para los candidatos requieren una transformación que favorezca la eficiencia y accesibilidad, evitando que la burocracia se convierta en una tragicomedia de espera. Es vital hallar un equilibrio entre la publicidad política y la libertad de expresión que proteja la integridad de las elecciones sin coartar la difusión de ideas.


Ahora bien, el verdadero acto de prestidigitación sería que los actuales legisladores, esos consumados artistas del interés propio y del partidismo, sean quienes deban liderar la transformación de la LEPP. Es pedir al lobo que cuide las ovejas y espere pacientemente la llegada del pastor.


La reforma de la LEPP no debe ser una serie de trucos temporales, sino una revisión estructural que construya un sistema electoral resiliente. La labor es ardua, pero necesaria para crear una democracia real.


La tarea de reformar exige diálogo, uno que incorpore todas las voces políticas y sociales, y derive de un consenso informado. La LEPP debe ser reformulada para fomentar una competencia leal y una representación justa, respetando la realidad política del país.


La solución al enigma no radica solo en el rediseño legal, sino en la instauración de una cultura política que valore la transparencia y la participación. Un desafío que se asemeja a pedir a los magos que revelen sus secretos.


Este es el reto que enfrentamos para que la democracia en Guatemala deje de ser un truco de magia y se convierta en una práctica genuina y cotidiana.


Hay que desenredar este enredo.

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.