PUNTO DE ENCUENTRO
Una historia de enorme dignidad
Escribo esta columna desde Montevideo, Uruguay. Y la escribo conmovida por un hecho que movilizó a la sociedad uruguaya. Después de 44 años de búsqueda, un equipo de antropólogos forenses ubicó en el Batallón 13 de Infantería, donde funcionó el mayor centro de tortura del Uruguay, el cuerpo de Eduardo Bleier, detenido-desaparecido durante los años de la dictadura y torturado hasta la muerte en ese recinto militar.
Eduardo era judío, odontólogo, estaba casado, tenía cuatro hijos y 47 años cuando lo secuestraron. Había organizado la resistencia contra el fascismo y militaba en el Partido Comunista que integra el Frente Amplio, la coalición de partidos de izquierda que hoy gobierna el Uruguay. Después de 44 años, desde su secuestro el 29 de octubre de 1975, su familia pudo recuperar su cuerpo y terminar con la angustia permanente que provoca esa terrible incertidumbre de no saber dónde está un ser querido y qué hicieron con él. Cuatro décadas durante las cuales los torturadores y sus jefes se dedicaron a mentir públicamente acerca de lo que le había ocurrido a Eduardo Bleier, con el objetivo de que nunca fuera encontrado.
' Compartimos una historia de represión e impunidad, pero también de búsqueda de verdad y justicia.
Marielos Monzón
Dijeron de todo, incluso durante 10 años emitieron órdenes de detención en su contra, sabiendo perfectamente que ellos lo habían secuestrado, torturado y asesinado y que seguía en el mismo lugar en donde lo habían enterrado, en el Batallón 13 de infantería, en el que ya habían localizado, en 2005, los restos de Fernando Miranda, otro militante frenteamplista detenido-desaparecido por un comando militar.
A Bleier y a Miranda los detuvieron y nunca los presentaron ante la justicia. Se los llevaron a cárceles clandestinas, donde les aplicaron terribles torturas que terminaron con sus vidas. Varios de los sobrevivientes del horror, que dieron sus testimonios ante una comisión del Parlamento uruguayo en 1985, contaron que vieron a Eduardo con vida en ese centro de torturas.
Rita Ibarburu, que también fue torturada en ese mismo lugar, afirmó: “Lo vi. Estaba en un foso, con unos tablones por arriba, no sé si en estado de inconsciencia, pero no hablaba. Nos obligaban a pasar por arriba de los tablones para ir al baño. Nosotros pisábamos su cuerpo, probablemente. Yo lo vi sacar del Blindados 13, el 12 de diciembre de 1975, con una máscara de oxígeno, lo que da la idea de las condiciones en que se encontraba. Después no lo vi más”.
A Rita los torturadores y los defensores del terrorismo de Estado la acusaron de mentirosa, como suelen hacer los cobardes que siguen justificando la tortura, la barbarie y el terror. Sin embargo, 34 años después, tras la aparición del cuerpo de Eduardo Bleier, se comprobó que Rita siempre dijo la verdad.
Y es que nuestros países latinoamericanos comparten una historia común de represión, muerte e impunidad, producto de las elites oligárquicas que cooptaron los Estados para ponerlos al servicio de sus privilegios y del intervencionismo norteamericano que entrenó a los represores y financió sus operaciones de contrainsurgencia, incluyendo masacres y desapariciones forzadas. Pero también compartimos una historia de valentía y coraje, de búsqueda de verdad y justicia. Una historia de enorme dignidad. La dignidad de los Bleier, en el Uruguay, y de las Molina Theissen, en Guatemala. La dignidad de las miles de familias de los detenidos-desaparecidos que siguen —hasta el último aliento— exigiendo memoria, verdad y justicia.
Por eso, durante el multitudinario acto de homenaje a Eduardo Bleier, el pasado lunes 14 de octubre, en Montevideo, cuando junto a un sostenido aplauso miles de banderas y de flores se alzaron, lo hicieron por Eduardo y por todas y todos los que aquí y allá aún nos hace falta encontrar.
Guatemala, Uruguay, América Latina. Nunca Más.