RINCÓN DE PETUL
Vitalizar la columna, o si no ¿para qué?
Hagamos cálculos. Cuatro columnistas enviamos escritos ayer para que fueran publicados hoy en este diario. En cada uno de los otros días de la semana no son cuatro, sino cinco diarios. Eso da 34 esfuerzos de opinión, elaborados y enviados, todas las semanas. Un total de casi 1,900 artículos publicados cada año calendario, solo en la casa Prensa Libre. Vemos que en El Periódico son bastantes más. Los días entre semana se publican 8 o 9 piezas, mientras el fin de semana, varía con la inclusión de las colaboraciones impresas en el especial domingo. De un conteo rápido calculo unos 60 artículos semanales, en ese matutino. Es decir, más de 3,200 columnas por año. La Hora, aunque ya no circula en papel impreso, aún mantiene a su selección de escritores que entregan diariamente, y cuyo total habrá de rondar en una cantidad similar a la de El Periódico. En resumidas cuentas, en Guatemala, estos 3 periódicos publican más de 8 mil cuatrocientos artículos de opinión anuales.
' Adentro de las mismas casas que les publican, hay retos para que el columnista justifique su esfuerzo.
Pedro Pablo Solares
Ese esfuerzo tiene una cuantificación en el tiempo que invierte cada escritor en su propio proceso que pasa por escoger tema, y que luego puede también incluir el trabajo de investigar. Eso, para profundizar, comprobar o contrastar argumentos. Ya si sumamos la redacción y revisión, solo cada uno habrá de saber cuánto tiempo invierte a la semana para hacer cumplir con este digno compromiso que es adquirido, primero con el diario, pero principalmente con el lector, y ultimadamente con el país. Si hiciéramos un cálculo ínfimo, solo por obtener un tiempo global mínimo, y asumiendo que nadie tarda menos de una hora en cumplir con la tarea, obtendríamos que en las páginas de opinión de Guatemala hay una inversión mínima de 8 mil horas de trabajo anuales de una centena de profesionales del foro nacional. Esto, si cada uno tomara solo una hora para completar entrega. Pero la realidad es que muchos tardan dos, tres, o más; he escuchado que algunos toman toda una mañana.
La columna de opinión nació -como concepto- en la parte temprana del siglo pasado, cuando periódicos empezaron a incluir cartas de ciudadanos destacados, en contraste a la posición editorial. Se recuerda a Herbert B. Swope, director de un diario neoyorkino, que habría justificado propulsar esta forma al citar que “nada es más interesante que la opinión, cuando la opinión es interesante”. La columna, así, toma parte en la sociedad, cumpliendo funciones esenciales en la república y en el esquema democrático. Primero, como -según recuerdo- reitera Mario Antonio Sandoval, fungiendo como una especie de asesoría gratuita para los gobernantes que quieran escuchar. Pero, en el escenario de lo despótico, y de palurdos gobernantes que perversamente rechazan opinión ajena, la columna conserva la invaluable labor de formar ciudadanía. Esto, particularmente, cuando el autor tiene pericia en ramas de interés público, tal es el caso de un sinnúmero de columnistas guatemaltecos.
Nos preocupamos por el periodismo y la emisión del pensamiento libre, que están amenazados por gobiernos cooptados. Pero adentro de las mismas casas que les publican, hay retos para que el columnista justifique su esfuerzo. Los periódicos dan la impresión de haber rendido la opinión frente al dinamismo electrónico que demanda el público de hoy. Así, vemos que la columna sigue, pero lo hace de una manera estática y pasiva, similar a como era en el siglo pasado. Hoy, los periódicos podrían extraer ideas cortas de las columnas e impulsarlas desde sus plataformas. Podrían promover el debate entre columnistas, creando un juego de aprendizaje y exposición de ideas infundadas. Podrían buscar formas de dar valor a las horas de trabajo invertidas. Si no, he escuchado repetidamente a varios de los más valiosos escritores cuestionarse con frecuencia ¿para qué invierto estas numerosas horas de trabajo? ¿De qué sirve entonces, que la opinión sea interesante?