NOTA BENE

Vivir alegres

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Recién partieron al Cielo varios buenos guatemaltecos. Entre ellos tuve el honor de conocer a Julio Godoy, don Juan Manuel Vicens y Félix Montes. A primera vista, los tres se parecían poco. Julio era un joven corredor de 29 años, amigo de mis hijos. En cambio, don Juan Manuel, un teólogo y sacerdote madrileño “chapinizado”, tenía casi 70 años, y el empresario Félix Montes superó los 90 años. Félix fue fiduciario y fundador de la Universidad Francisco Marroquín y director emeritus del Centro de Estudios Económico-Sociales; los lazos de amistad que me unían con él abarcaban por lo menos cuatro generaciones. Félix y Julio eran joviales y amigueros, en cambio don Juan Manuel era quitado de ruidos. Pero los tres deben estar haciendo reír mucho a Dios con su contagiosa alegría. Quiero aprender a vivir como ellos lo hicieron, amando al mundo apasionadamente.

' Tres modelos de vida a seguir.

Carrol Rios de Rodríguez

Félix, Julio y don Juan Manuel parecían vivir con sentido de vocación, con propósito y con ilusión, sabiéndose llamados por Dios (vocare) a hacer lo que les correspondía. Podríamos decir que los tres vivían cara a Dios. No me consta, pero seguramente contemplaron con frecuencia su vocación más alta, el ser llamados a la comunión con Dios. La realización de saberse hijo de Dios, amado por Él desde toda la eternidad, es motivo de asombro continuo. Ellos percibían la dimensión sobrenatural de aquellas responsabilidades que vienen de ser sacerdote, en el caso de don Juan Manuel, o estudiante, profesional, hijo, esposo, padre, abuelo, y más, en en caso de Félix y Julio. No es que tuvieran vidas fáciles, libres de problemas y penas: ellos enfrentaban con valentía y confianza los obstáculos que debían enfrentar. Eran esforzados, dedicados y perseverantes.

En el funeral de Félix entonaron la canción The wind beneath my wings, por Bette Midler. Una parte dice «yo sería nada sin ti… volé más alto que un águila porque eres el viento bajo mis alas». El amor de verdad, que busca el bien del otro, nos brinda lo necesario para trazarnos metas personales y superar retos. Ese soporte amoroso e incondicional hace llevaderas las enfermedades, las crisis financieras y las demás cargas cotidianas, grandes y pequeñas. La familia agradeció a Félix su amor incondicional a su esposa Margarita, y a los demás miembros de la familia; en la canción, él les agradecía el amor que recibió de vuelta. No hay duda que el buen humor de don Juan Manuel, Félix y Julio tenía todo que ver con los hogares luminosos y alegres que forjaron los Vicens, Montes y Godoy, respectivamente.

La vida de Julio es una exclamación a otros jóvenes: ¡no tengan miedo a amar, ni a los compromisos! ¡Háganse cargo, tírense al agua, estudien, trabajen, gócense a sus familiares, diviértanse y cultiven a sus amistades —todo al máximo— ¡Sean sanos deportistas y cultiven una actitud deportista!

Don Juan Manuel también gustaba de los deportes, como el tenis y el alpinismo, pero yo lo conocí más como un deportista intelectual. Impresionaba su capacidad de hacerse niño ante Dios y vivir la infancia espiritual que discernió Santa Teresita de Lisieux. Con sencillez, muy sonriente, recomendaba rezar en verso, o repitiendo con dulzura estrofas de poemas infantiles. Luego, con gran humildad, predicaba unas meditaciones bien hilvanadas que revelaban su sólida erudición, cultura y fino sentido de humor.

«La felicidad camina siempre al amparo de la verdad, la autenticidad y la virtud» escribe José M. Gómez. Gracias, Julio, Félix y don Juan Manuel por enseñarnos cómo el ser auténticos y virtuosos son elementos esenciales del buen vivir. Gracias por el bien que hicieron a nuestras almas su amistad, sus bromas y su contagiosa alegría.

ESCRITO POR:

Carroll Ríos de Rodríguez

Miembro del Consejo Directivo del Centro de Estudios Económico-Sociales (CEES). Presidente del Instituto Fe y Libertad (IFYL). Catedrática de la Universidad Francisco Marroquín (UFM).