No hay que confundir

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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El martes, el subsecretario general de las Naciones Unidas, Heraldo Muñoz, declaró que “la mano dura ha fracasado en las naciones”. Algo semejante dijo en 2010 el secretario de Estado Adjunto de Estados Unidos para Latinoamérica. En 2011, el secretario de Seguridad Multidimensional de la OEA advirtió de que la mano dura era una política concentrada “en los aspectos represivos”. En la misma ocasión, el secretario de Asuntos Políticos de la OEA recalcó los riesgos de las “posturas autoritarias” y el surgimiento de grupos políticos que buscan apoyo popular en “la mano dura o el populismo punitivo”.

En Tegucigalpa, en 2012, los informes de la OEA y la ONU indicaron que la “mano dura favorece la violencia en Latinoamérica”, y el asesor de Derechos Humanos del sistema de Naciones Unidas en Honduras comentó que tales medidas no redujeron la criminalidad en ese país, sino la agravaron. Igualmente sabido es el fracaso del plan mano dura en El Salvador, anunciado en 2003 por el entonces presidente Francisco Flores.

La mano dura es una medida nada inteligente. Mas no importa que lo dicho sea repetido aquí y allá, lo mismo podrían venir a contarnos en un par de años. Sorprendentes fueron, eso sí, estas palabras del ministro de Gobernación, López Bonilla: “No nos perdamos en lo que hemos visto en este informe, hablando de la mano dura y súper dura; no hay que confundir un eslogan de campaña con lo que se hace en realidad”. (Prensa Libre, 21/01/14).

O sea que una cosa es la verdad y otra un eslogan. En mi pueblo, a eso le llaman engañar a la gente. López resquebrajó la capa de pintura del puño y permitió apreciar lo que hay debajo. Durante la campaña, el candidato Otto Pérez, hoy presidente, ni había ocupado el cargo y ya había sido declarado casi un héroe, un salvador con puño de hierro. Quienes despreciamos la violencia para combatir violencia lo adversamos, pero el punto es que desde un principio el PP sabía que solo era una hamburguesa barnizada para la foto, un eslogan, y con eso llegó al poder. El encontronazo entre lo real y lo imaginario desconcierta hoy a sus simpatizantes.

Si se van reduciendo los índices de criminalidad —como lo defiende el ministro—, esperemos que así continúen. Mientras tanto, en este país de emprendedores se siguen cerrando panaderías, pequeñas farmacias y tiendas, debido al poder criminal. Se vive bajo tensión, la sociedad se enferma, dominan las pandillas hasta en las escuelas; esa es la realidad, lo demás es eslogan. Quienes cantaron “Mano dura, cabeza y corazón” hoy saben que “no hay que confundir un eslogan de campaña con lo que se hace en realidad”. Toda una revelación, quizá producto de un ego lastimado, pero muy cierta.

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