SI ME PERMITE

Cuidado con el entusiasmo

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“El entusiasmo es un buen soldado, pero simple como un soldado; su valor depende de quién lo conduce”. J. H. Rosny

Lo normal a esta altura del año es iniciar con los planes de qué se va a hacer para las celebraciones de fin de año y posiblemente estemos pensando en algo mejor de lo que hemos hecho en años anteriores. La simple idea no es mala, pero el cuestionamiento es qué significa eso y cuán sabio es poner las emociones y los sentimientos por delante y dejar la razón y la realidad por detrás de nuestra vista. Lo importante es recordar que la vida sigue y esto no es el final. Debemos afrontar responsabilidades y deberes que nos esperan aun cuando los días festivos hayan quedado atrás.

Deberíamos definir primero para qué son estos días especiales y, luego, qué significa para cada uno de nosotros, que seguramente no es lo mismo para todos y difícilmente podemos copiarnos unos a otros. Si tenemos razón de convivir con ciertas personas es con las únicas que debemos negociar lo que se planifica, no simplemente para agradar, complacer o quedar bien, sino para que el propósito de lo que se habrá de hacer tenga para todos el mismo sentir y propósito.

No sería extraño que con la excusa de las celebraciones perdamos de vista la razón y nos dediquemos a autogratificarnos desmedidamente y simplemente esperar que todos nos comprendan. A la verdad, debería ser exactamente lo opuesto, deberíamos fijar una meta común y un propósito convenido para que cada esfuerzo pueda apuntar a lo mismo y de esa manera al final tengamos un sentir de satisfacción y pasado el tiempo sin lugar a duda lo podemos recordar como algo que sí valió la pena y dejó mucho para comentar entre los nuestros.

No seamos como los que inician las celebraciones con risas y alegrías, pero el final es de silencio y, aun peor, con dolor y lamento por los disgustos vividos que para una próxima vez no dejarán candidatos para la reunión, por el solo hecho de temer que se repitan las vivencias desagradables e incómodas.

Nuestra sociedad y también nuestras familias tienen que ir mejorando sus encuentros y superando cada vez lo que no fue del mejor agrado, para que se espere con expectativas y el mejor de los sentimientos la próxima que se planifica por el buen sabor que dejó la anterior y por los recuerdos que se conservan y sus buenos momentos. Esto simplemente es asunto de planificar, y conociendo las fortalezas y las debilidades de cada miembro de la familia, prever para que pueda haber la cooperación necesaria en que se haga lo mejor.

Llegué a la conclusión de que es más importante el tiempo que convivimos que lo que comemos. El tiempo ocupado en estar juntos es un esfuerzo de invertir en la vida de los que más aprecio para que se sientan mejor y disfruten antes que sea gratificado y que disfrute. Sin lugar a duda, la madurez y la comprensión tiene que ser evidente para que no hagamos daño a los que más necesitan nuestra ayuda.

A la verdad, si en nuestros círculos familiares y de amigos no podemos lograr esto, mucho explica por qué nuestro país tampoco puede vivir en paz y santa convivencia. Empecemos desde el círculo más pequeño, y seguramente toda la nación estará en paz y armonía. Estamos a buen tiempo para que los planes que estamos elaborando puedan ser reevaluados y, si hace falta, ser corregidos para que los abrazos sean una culminación del tiempo vivido y compartido.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.