Cultura de extorsión

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Al hablar de extorsión en estos días, para muchos es despertar traumas que han vivido, o bien vivencias que han llegado a ser parte de su historia. Por ello quiero ir con mucho cuidado con el tema, pero también hacer una reflexión pausada para que podamos pensar cómo construir nuestras vidas para no vivir con este flagelo tan desgarrador.

Antes de ver los perfiles finales de la práctica de extorsión, veamos cómo empieza todo, en lo que vivimos en nuestros círculos y qué significado tiene para nosotros. Por ejemplo,  cuando un niño por todo hace “berrinche” y el espectáculo posible en público para lograr la atención de sus padres para que ellos le den lo que pide ¿no se podrá catalogar ese comportamiento como extorsión? O bien,  cuando entre una pareja se usan todo tipo de técnicas coactivas para que la otra parte ceda, o bien gratifique lo que se le está pidiendo ¿podríamos decir que se está “extorsionando”?

Algo mucho más común —que para nosotros ha llegado a ser el diario vivir—, cuando un determinado grupo social tiene una petición —legítima o no—  que la expresa con toma de carreteras, quema de llantas o bien interrumpiendo el derecho que todo ciudadano tiene para circular y así poder cumplir sus obligaciones ¿Por qué no lo llamamos como una forma más de extorsión? Porque si se sentaran al diálogo y una de las partes dice que no, el diálogo se corta y volvemos otra vez a las mismas manifestaciones.

Claro, también cuando un determinado grupo cree que porque yo estoy logrando algo, tiene derecho a tener parte de lo mío porque sí y cuando me niego a compartirlo puede ser el final de mi vida, o bien de uno de los míos.

Deberíamos preguntarnos si como ciudadanos se nos enseñó que por lo que quiero tener debo trabajar y esforzarme para alcanzarlo. Además deberían haberme enseñado que no todo lo que “quiero” “puedo tenerlo” y mucho menos en el momento que yo determino tenerlo, aunque sea por simple educación. Porque cuando quiero tener algo y acudo a la violencia para alcanzarlo eso tiene nombre y se entiende de otra manera. Por lo visto este razonamiento ya no tiene cabida en muchos de los que nos rodean.

Si concordamos en lo anteriormente expuesto, debemos admitir que el comportamiento de extorsiones no solo es para noticias de la Prensa y los medios de comunicación cuando se leen, sino que lo hemos tolerado en nuestro diario vivir con nuestros propios congéneres. Ahora entonces es una modalidad por tanto tiempo tolerado que se ha perdido el control sobre ello.

Además, si llegamos a invocar los tan mal vendidos “derechos humanos” que a los injustos hay que concedérselos con tal que los justos no mueran, pocas son las esperanzas que nos quedan.

El remedio más urgente y apropiado está en reeducarnos en nuestro comportamiento y nuestra manera de querer tener lo que queremos tener, para que no lleguemos a vivir peor que el reino animal, porque esas criaturas tienen reglas en sus instintos y son constantes.
Lo humano que debemos tener es mejor que se demuestre.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.