De Panzós a La Puya
Cuando iban entrando en el pueblo, se dieron cuenta de que en el tejado de las casas estaban apostados francotiradores y que, además de presencia militar en todo el municipio, principalmente en la municipalidad del lugar, pensaron que era una rutina de seguridad para todos. Como todo mundo, cuando cree y toma conciencia de que el Estado y el Gobierno tiene la harta obligación de resolver las principales demandas, con toda confianza, comienzan a entrar en donde supuestamente los iban a escuchar.
Hace unos días una amiga nos decía: “Hay que enseñarles a las comunidades sus derechos. Hay que enseñarles hacia donde tienen que presentar sus denuncias y demandas”. Un compañero respondía: “Si nosotros conocemos nuestros derechos, sabemos a dónde tenemos que ir. El problema es que nadie nos escucha, todos están a favor de quienes tienen poder”.
Esto mismo ha funcionado para los grupos de poder durante muchos siglos. Esto funcionó en el caso de Panzós. Una de las masacres más grandes de la guerra en Guatemala y que muchos quieren negar. No se ha hecho justicia. Todos saben quiénes fueron, pero nadie quiere responder. Todavía viven algunos hechores materiales e intelectuales de tan salvaje acción, pero siguen en la impunidad.
Después de tantos años, cuando pensábamos que todo iba a cambiar, en Guatemala se repiten escenarios parecidos, muchos de ellos de igual magnitud, posiblemente sin muchos muertos —en Panzós fueron más de 200 los muertos y otro tanto más de desaparecidos—, pero al final es represión.
Hace unos días fueron desalojados violentamente hermanos y hermanas ladinas de San José del Golfo, que resisten ante los embates de la minería en La Puya. No hubo muertos, pero sí muchos heridos.
De igual forma, cuando había un proceso de diálogo, este gobierno, para poder cumplir con su compromiso de defender al capital, arremete en contra de una población que se resiste a que su vida sea destruida por ambición del mercado. Que sin importarles si eran hombres o mujeres y que no tenían armas, enviaron a policías para proteger el equipo de la minera. Pero igual que en Panzós fue dirigido por el mismo Estado y el mismo Gobierno.
Entonces, qué sentido tiene saber de derechos, si siempre el sistema estará a favor de quienes ostentan el poder. Qué sentido tiene la democracia si siempre está al servicio de la élite.