LA ERA DEL FAUNO
Deshumanización
Igual monstruosidad evidencian los pandilleros que tiran del puente a un joven que no quiso involucrarse con ellos que una funcionaria que se ríe del montón de niños desnutridos que fueron llevados para destruir a una enemiga política. La deshumanización tiene distinta ropa, pero en este caso la misma responsabilidad.
Pasan los días y salen a luz toda clase de actos bestiales donde aflora lo peor del ser humano traducido en diputaciones malparidas, influencias y magistraturas sobornadas.
Dos posturas sobre deshumanización se complementan al momento de reflexionar sobre el tema. El sacerdote jesuita Ignacio Martín-Baró, en su noción de deshumanización, ofrece un enfoque de los traumas psicosociales de la posguerra. Parte de su experiencia en El Salvador, realidad similar a la nuestra porque vivimos un conflicto armado interno que tuvo efectos parecidos, aunque distintas reacciones.
El jesuita recopiló ensayos de varios autores bajo el título Psicología social de la guerra: trauma y terapia. Allí, el psicólogo Joaquín Samayoa expone su “hipótesis de la deshumanización”, según la cual la guerra incide en los patrones de conducta y los esquemas cognitivos de la población; por ejemplo, sufre el empobrecimiento o la pérdida de la capacidad de pensar lúcidamente; el empobrecimiento o pérdida de sensibilidad ante el sufrimiento y sentido solidario, y la pérdida de la esperanza.
Tan interesante enfoque, sin embargo, no satisface a Martín-Baró porque encuentra en él que el sujeto solo se adapta a las circunstancias. Para el jesuita, me parece, el ser humano no es solo víctima de su historia, no solo se adapta a la deshumanización sino que puede contribuir a propiciarla.
En nuestro ámbito, las pandillas se nutren del miedo, inseguridad y muertes violentas diarias, es cierto, pero además encuentran propicio el terreno deshumanizado así mantenido por gentes como la diputada Mirza Arreaga, del partido Líder, y los demás funcionarios responsables de provocar y cultivar relaciones sociales deshumanizantes. Aun si están mentalmente afectadas, personas como ella no tienen disculpa por ser parte de una sociedad destruida, ya que tuvieron el poder de transformarla.
Nuestro miedo a los asaltos o a morir violentamente, el racismo y discriminación provocan el deterioro de nuestra convivencia. Pero todo eso no surge de la nada, son efectos a largo plazo de una estrategia contrainsurgente implementada durante el conflicto armado. Hoy sufrimos los golpes dados a la insubordinación de nuestros padres, tías, abuelos, aplacada por métodos infrahumanos. Si ellos lucharon hasta morir, nosotros no podemos dejar el trabajo a medias.
Es falso que la pobreza provoque violencia. No es cierto que los barrios más pobres son, por el hecho de serlo, nidos de delincuencia. Lo que provoca la violencia es la deshumanización incrustada especialmente en gobernantes y personas con dinero y poder, que pudiendo cambiar el rumbo de las cosas prefieren reafirmar sus intereses mezquinos y salvajes.
@juanlemus9