LA ERA DEL FAUNO
Día del Teatro
Para conmemorar el Día Mundial del Teatro, hoy, a las 9 de la mañana, estudiantes de arte dramático de la Universidad Popular, de la Escuela Nacional de Teatro y del Teatro de Arte Universitario tienen proyectado salir en comparsa, del parque central, por la Sexta Avenida, hacia el teatro al aire libre Otto René Castillo, del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias.
Al llegar, cerrarán la actividad con la lectura interpretada de dos manifiestos. Uno es de los artistas para el público y el otro del público para los artistas. El primero se tiene programado que lo interprete la actriz Bitty Herrera; el segundo, el actor Arturo Rodríguez.
La escritura del manifiesto de los actores fue encomendada a Leo de Soulas. Me agrada por lo lúcido y aguijoneador. Cito una parte: “Hoy quiero soñar en un teatro rebelde y cuestionador, que ponga en línea de fuego los dogmas irrefutables, que revolucione postulados, axiomas, juicios categóricos y sea capaz de reinventar los principios de la cultura; un teatro que tenga el acertado tacto para lacerar las cancerosas pústulas que carcomen al sistema creado, y que reclame legítimamente su propio ideal con la delicada y aurea bandera de la sensibilidad”.
Hacia el final, escribe: “Hoy, sencillamente quiero soñar con ese teatro que nos ha negado la historia por causa de intereses abyectos, ignorancia, envidias, egoísmos; pero también con ese teatro que ha sido arrinconado, ignorado y desoído ante una imperante cultura de producción y goloso consumismo”.
Como podemos apreciar, celebrar al teatro es algo más que elogiarlo. No es una tarea de escuela, no es algo así como un acto cívico. El teatro es transformador. Los países desarrollados lo valoran y estimulan, saben que puede incidir en personas y sociedades. Ya sea un teatro dialéctico (Bretch); pobre (Grotowski); realista (Stanislavski); irracional (Artaud); absurdo (Ionesco); clásico (Grecia Antigua), etcétera: cualquiera que se cultive, si se hace bien, tiene el poder de los rituales y la esencia de las ideas transformadoras.
Me tocó escribir el manifiesto del público hacia los actores. Me incliné por provocarlos, por desafiarlos un poco, por recordarles que cuando asistimos a ver una obra lo hacemos porque los preferimos antes que la televisión o las fiestas, y por eso esperamos lo mejor de ellos. Una tarde no se la otorgamos a cualquiera. Somos —el público— náufragos de la rutina. Estamos hartos de la vida con sus noticias. Pero además de esa provocación, añadí una promesa en la que aludo al público cafre:
“No más ruidos desde las butacas. No más teléfonos ametrallando la poesía teatral. No más murmullos ni papalinas distrayendo a los actores y actrices. Estaremos puntuales, en respetuoso aliento, prestos a concelebrar la sagrada representación. Asistimos al teatro con los sentidos alertas y el corazón dispuesto. Queremos ver para qué nos han convocado. Que se corra el telón. Aguardamos ansiosos, agradecidos”.
@juanlemus9