ENCRUCIJADA

Divorcio amenazador

Juan Alberto Fuentes Knight

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El fracaso del sistema de partidos políticos en Guatemala es evidente. Su manifestación más clara es una amplia percepción, especialmente urbana, de que no hay líderes políticos nacionales que en este momento y con base en los partidos existentes constituyen una verdadera y creíble oposición, basada en principios ideológicos alternativos, valores éticos claros, y enfrentados de manera radical a la corrupción y al sistema actual de partidos políticos.

El movimiento social expresado desde el 25 de abril constituye un reconocimiento amplio de la población de la corrupción no solo del Estado sino también de la perversión del sistema de partidos políticos en Guatemala. Como consecuencia vemos un divorcio general ya no solo entre sociedad y Estado sino también un divorcio más específico entre este naciente movimiento social y los partidos políticos. Parte del vacío entre ciudadanos y partidos se llenaba antes mediante la actividad de diversas ONGs que planteaban agendas, a veces negociaban con el gobierno y cumplía al menos parcialmente con esa función de intermediación que los partidos no lograban llenar. Pero ahora hay un nuevo actor social, amorfo y no bien organizado aunque potente, con necesidad de más espacio para expresarse, y sin intermediarios. Es un movimiento social con gran autoridad moral y con capacidad de incidir, con altibajos, en el ámbito político. Este movimiento busca ahora la renuncia del presidente, en su mayoría rechaza al nuevo vicepresidente y busca tanto la depuración de los tres poderes del Estado como la transformación del sistema político. Lo último es muy lógico. Requiere un nuevo sistema político para reflejar sus demandas e iniciar la reforma del Estado.

Todavía no sabemos si el movimiento social que actualmente se está manifestando tendrá la capacidad para renovar o desplazar al menos parcialmente al sistema actual de partidos políticos y especialmente de aquellos más clientelares, fuertes en las áreas rurales. Dilma Roussef en Brasil, Peña Nieto en México o Rajoy en España han sufrido las consecuencias de movimientos sociales que los han cuestionado y debilitado, pero han logrado preservar cuotas importantes de poder porque tenían liderazgos y partidos fuertes a pesar del surgimiento de nuevas alternativas socio políticas sólidas, como Podemos en España. En Guatemala la situación es diferente: es el país latinoamericano con el sistema de partidos más débil y desprestigiado, con lo cual su derrumbe no parecería ser tan difícil. Si se diera este derrumbe, ¿cómo se iniciaría? ¿Hay tiempo y condiciones para que este amorfo movimiento social se transforme en una opción electoral? ¿Cambiaría el Congreso la ley electoral y de partidos políticos para permitir nuevas expresiones sociales, aun cuando ello amenace los privilegios de diputados casi vitalicios? ¿Se hará más tarde, después de un voto crítico que evite la reelección de la gran mayoría de diputados, especialmente de los tránsfugas o corruptos? ¿Habrá otras opciones, intermedias pero más rápidas? El divorcio entre el movimiento social y los partidos está generando grandes tensiones pero las salidas aún no están claras.

fuentesknight@yahoo.com

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