Ejército Nacional
Reiteradamente se ha dicho que la seguridad pública es un asunto regular de la Policía, salvo un desborde excepcional pasajero que obligue a respaldarla. La fuerza militar no debe utilizarse regularmente contra la ciudadanía, evitar integrar “fuerzas combinadas” ni ser sucedánea como guardarrecursos, aduanas, protección de monumentos, presidios, etc. Todo ello la desnaturaliza y la convierte en un ente instrumentable por los intereses dominantes en los negocios y el crimen organizado. Pero la necedad, alimentada con la prepotencia y una dosis de ambición por la riqueza mal habida, provoca el terco afán de entrometerse en funciones ajenas.
La política de la defensa desmiente a quienes creen que los militares hablan directo. Se lee que el país está involucrado en la problemática regional, afectado por “la atracción de ciertos actores que la ubican como la frontera más al norte y cercana a sus intereses”; y, “ es aprovechada por antagonistas a diversos niveles identificables”, según riesgos y amenazas —página 6—. ¿Quiénes son? Los zombies, los marcianos, los hombres lobos, o desean señalar a los narcoactivistas y a los terroristas fundamentalistas. Quizás se trata de un secreto militar criptografiado.
¿Qué falta, según ellos? La “primera línea de acción” es un galimatías donde no se atreven a decir que añoran la red de comisionados militares —página 10—. Llegan al colmo de señalar que la capacidad productiva nacional debe reconvertirse como insumo de la defensa nacional. No hay segunda, ni tercera línea.
Se duelen de la reducción del Ejército —página 9— y lo único que se les ocurre es tener mando para convocar a las reservas y subordinar a los miembros del Sistema Nacional de Seguridad y de Defensa Civil —página 11—, para actuar en cuatro escenarios. ¿Se refieren a teatro de operaciones? Nunca indican qué o cuáles son. A esta imposición la llaman Sistema Nacional de Defensa, y a la ejecución de presupuesto, Sistema Integrado de Planificación y Gestión para la Defensa.
Si le pregunto: ¿no es cierto que con esta Política de Defensa de la Nación, el Ejército de Guatemala se encuentra en la mayor confusión de su misión, deberes y fortalecimiento de sus capacidades? Seguramente contestará: ¡cabal!
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