LA ERA DEL FAUNO
El lado oscuro del vaso medio lleno
En algún lugar leí de un personaje de novela que escribió detalladamente lo que le había ocurrido en dos días de su vida. Le tomó dos años hacerlo. Parecerá exagerado, pero si nos dispusiéramos a contar cada cosa vista y oída en este país, más lo degustado, palpado y olido en nuestra vida personal, más nuestros pensamientos, recuerdos y suposiciones, todo de un solo día, escribiríamos una novela, una obra de teatro, 20 poemas de horror y alguna canción despedazada, un ensayo voluminoso y un par de malos cuentos.
En cada minuto ocurren simultáneamente demasiadas cosas dentro de nosotros y en la calle. Es como Entre Marx y una mujer desnuda, la novela de Adoum, donde se reúnen los pensamientos con los deseos, la televisión o los libros en coexistencia disociada y a la vez constructora de lo individual y lo social. Es agobiante, la realidad es terrible, compleja, lo que pasa es que se solapa entre un café y los amigos.
Mientras leemos un libro, nos enteramos del más reciente asesinato, las redes sociales nos ponen al tanto de otro bus desbarrancado, de otra declaración absurda del vicepresidente; otra ley perversa; un niño de 11 meses murió en la calle, en brazos de su madre, porque no encontró atención hospitalaria eficiente.
Es mucho lo que sucede en tan poco tiempo, tanto que si pudiésemos resucitarlo todo en un segundo nos estallaría la cabeza. Lo más sano es evitar los temas desagradables y perfeccionarnos en el arte del aislamiento, cerrar puertas, hundirnos en nosotros mismos donde, por cierto, solemos tener sembradillos de tragedia interna. Pero de todas maneras, el aislamiento puede funcionar durante una hora, o por un día para los más afortunados, pues llega el momento en que hay que dejar la lectura para salir a enfrentarse con el otro lado de la existencia, con ese mar agitado que es la vida cotidiana. Será por eso que Pascal decía que la mayoría de problemas nos vienen por no quedarnos en casa. Lo cual es imposible. El guatemalteco actual está construido de calle y de acontecimientos trágicos, no de parques, ni de paseos y cafés nocturnos. Las mañanas no siempre nos reciben con el canto de los pájaros, sino con el trino de los buses y el humo tóxico del carácter mal dormido.
Huir de los tentáculos de la política es imposible porque, como escribió Bretch, esta tiene que ver con los frijoles, con el niño abandonado, con la corrupción. La política no es solo el despreciable diputado tránsfuga, sino también la persona que va colgada del bus para llegar a un trabajo donde mal le pagan. Es por eso que cuando las organizaciones de derechos humanos hablan de una sociedad justa, se refieren a una que tenga políticas públicas de salud, educación, cultura y otros elementos para que nuestra felicidad no dependa de un gol del Pescado.
La construcción y destrucción social inciden en nuestro carácter, o por lo menos en nuestro estado de ánimo. No suenan igual los “buenos días” en boca de alguien que durmió en la playa, a la de un tipo que se precipitó ruidosamente hacia la noche cuando suponía que llegaría a dormir y fue alcanzado por las balas noticiosas o por sus deudas.
Nuestra vida nocturna no es muy alegre que digamos, es más bien violenta, temeraria, sepulcral. Y lo que hasta aquí he anotado es la parte optimista del asunto. Es el vaso medio lleno. La peor parte es que nuestro país va sin rumbo. No sabemos a dónde va todo esto porque no hay programa de gobierno sino mucha comedia, tragedia y demasiados cuentos. Pero ahí la vamos pasando, como dicen algunos muy cómodamente, a la espera de que, primero Dios, todo se arregle.
@juanlemus9