Escuelas públicas
de escuela. Y pensé que si esto hace con un adulto, que se puede defender y tiene cámaras, ¿qué no hará esta señora con un pequeño niño que está bajo su autoridad?
Esta es nuestra triste realidad. Las escuelas estatales se encuentran en un deplorable estado, los niños reciben clases en condiciones totalmente antipedagógicas, con los edificios dañados, pupitres rotos y viejos, pisos de tierra, techos con agujeros, sanitarios sucios y sin puertas.
La deficiencia en la infraestructura de los planteles públicos es uno de los grandes problemas para la educación nacional, por la precariedad de los edificios escolares, que amenaza a toda la comunidad estudiantil, en su integridad física, intelectual y moral.
Simplemente no existen las condiciones mínimas de seguridad y salubridad para que las escuelas puedan realizar una labor docente eficaz. Es lógico que los niños se sientan sin entusiasmo alguno, desmotivados y tristes de recibir clases. El ambiente es un factor muy importante dentro del aprendizaje, como un recurso pedagógico. Me refiero a aulas confortables y limpias, no digamos contar con equipo tecnológico, canchas deportivas y laboratorios.
Por lo que se percibe, solucionar este problema no es una prioridad de Estado, y observamos que la mayoría del presupuesto es invertido en salarios y gastos de funcionamiento, quedando entonces muy pocos recursos para atender la infraestructura, libros de texto y refacciones escolares de calidad nutritiva. Los más lastimados al final son los niños.
Un maestro o director agresivo y abusivo debe ser destituido de inmediato, porque influye negativamente en los pequeños. Aunque la otra cara de la moneda es tener a maestros tan entregados a su profesión que con sus recursos personales han rentado casas, con su propio dinero, para proveer a los niñitos de una escuelita.
Recordemos que el activo más importante de un país son los niños y respectivamente su educación. Por lo visto, la ignorancia y agresividad de nuestros habitantes es una clara consecuencia de su formación en la infancia, cuando seguramente fueron niños golpeados y lastimados por el sistema. No podemos permitir que este círculo vicioso continúe generación tras generación; de otra manera el país jamás se superará.
Por ello los países más desarrollados del mundo invierten grandes cantidades de dinero en educación, y todo lo que esto conlleva. Debemos luchar por que la educación a todos los niveles posibles sea óptima, basándose en el respeto a los principios y valores fundamentales que garanticen el desarrollo integral del niño.
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