Estereotipos
En la mayoría de países occidentales existen leyes cuya intención es, precisamente, romper paradigmas machistas y dar plena vigencia a los derechos de grupos históricamente marginados, como las mujeres y los niños. Pero ir de la teoría a la práctica es un ejercicio de conciencia y voluntad, de trabajo social y comunitario, de esfuerzos educativos y culturales a los cuales se les presta menos atención que a otras iniciativas de mayor urgencia.
Sin embargo, esas estructuras fundadas sobre los pilares del sistema patriarcal, según el cual existe una pirámide de autoridad coronada por un hombre, quien controla a voluntad los destinos de todo un grupo familiar, regulando su conducta y sus vidas sin más limitación que su capacidad para ejercer ese dominio, ha constituido uno de los mayores obstáculos para el crecimiento de sociedades saludables, justas y equilibradas.
Los estereotipos no tienen escala social, pero su permanencia en determinados sectores sí incide sobre el resto de la sociedad. El conservadurismo extremo con marcada influencia de las instituciones religiosas —cuando se instala en sectores de poder económico, como sucede en muchos de nuestros países— es capaz de definir la agenda política y, muy especialmente, la tendencia legislativa en asuntos de carácter familiar, como ha sucedido con muchos códigos civiles y en presiones contra programas de salud sexual y reproductiva.
La repetición del estereotipo es una manifestación de inmutabilidad cultural capaz de frenar el desarrollo de toda una nación. Cuando se trata del patriarcado y sus múltiples formas de expresión, ya se puede hablar de violencia y discriminación en sus formas más sutiles, así como en los más explícitos y agresivos actos de violencia de género. Los derechos de las mujeres no son otra cosa que los derechos humanos aplicados a la sociedad en su plenitud, así como también los derechos de niñas y niños, cuya vida se encuentra generalmente sujeta al capricho de adultos carentes de conocimientos y de educación, ignorantes de la preeminencia de esos derechos y convencidos de tener derechos de propiedad sobre el resto del grupo familiar.
El mejor propósito posible para el futuro inmediato es, antes de nada, identificar los estereotipos que definen nuestra conducta y, luego, iniciar la difícil tarea de erradicarlos.
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