LA ERA DEL FAUNO
Estos días raros
Hay épocas más risueñas que otras. La que me toca vivir es más bien rara. Me vi reflejado en esto que bien escribió Gabriela Carrera en su cuenta de Twitter: “Definitivamente, han sido días transformados por la política, en su rutina más cotidiana”.
Pienso eso, precisamente. Hay sombras caladoras. El clima político me alcanza. Quisiera escribir que “nos alcanza”, pero no siempre uno coincide con sus interlocutores. Al menos por esta vez —no por ego sino por consideración y faltando un poco a las conveniencias de escritura— explicaré en primera persona estas emociones.
Los días transformados por la política me consumen un buen tanto. Días desde mayo hay que desayuno y almuerzo cambios. A veces, los ceno. Leo diarios, veo entrevistas, reviso las redes, converso sobre el tema; hago mis propios cálculos, suposiciones, evaluó posibilidades de acción en lo referente al sistema, cuestiono asuntos de la civilidad y conjeturo sobre el futuro de los partidos políticos y sus personajes. En las calles y las redes, al menos en las que sigo, veo mensajes, debates, aportes, bromas. En mi mente, como si fueran moscas, vuelan los hipocorísticos la R y el Mero Mero. Suenan vuvuzelas, la Policía, jueces. A diario pienso en la Cicig, el MP, Santa Teresa (no la santa, sino la cárcel); Matamoros (nombre de alguien dado a matar muchos moros). Mi vocabulario y pensamiento se relacionan de tal manera, por estos días, que si no tuviera a la mano un par de lecturas, como las tengo, me hundiría con la barca de mis angustias. Sé que hay cosas más urgentes, como que mañana son las votaciones o que Guatemala gana fuerza social, pero me tiene entretenido, decía, un par de lecturas. Una es un libro de cuentos de Maria Machado de Assis y la otra sobre la moral y la religión, de 1906, de un humanista francés, ateo, miembro de la Academia Francesa. Entre uno y otro libro, leí un cuento corto de Marco Denevi. Trata del Tamerlán de Persia, quien quiso saber qué opinaban de él en el pueblo bajo su yugo. Por las noches, se disfrazaba de mercader y preguntaba a la gente: “¿Qué opinan del gran Tamerlán?”. Como respuesta oía insultos, acusaciones de prevaricato, abusos de los soldados e injusticias de los funcionarios. Escuchaba tanto en su contra que se indignó en contra de sí mismo. Hasta él terminaba ofendiendo al Tamerlán. Organizó una conspiración para derrocarlo (a sí mismo, claro está). Pero en el día pensaba cosas como “qué se cree la chusma, no sabe lo difícil que es gobernar” y, enfurecido contra el pueblo, desbarataba los planes de insurrección que por la noche organizaba su otro yo.
Estos días lluviosos, me dio por averiguar la vida de Santa Teresa de Jesús. Terrible. El verdor de los pinos que veo por mi ventana es diferente al verdor que lanzan los días sin acontecimientos relevantes. A ustedes puede no interesarles cómo pienso, qué me destruye o qué hago, pero hoy siento deseos de no ser nunca un gobernante, un alto funcionario, un secretario de nadie. En este instante me gustaría ser ese pájaro que no tiene dilemas ni sabe nada sobre las votaciones de mañana.
@juanlemus9