LA ERA DEL FAUNO
Exigimos su renuncia
Otto Pérez Molina no quiere asumir el mayor fracaso de su vida y se equivoca, pues vuelve personal un asunto de nación. Guatemaltecos de los cuatro puntos cardinales exigimos su renuncia. Sobran razones. Se tienen pruebas sobre su participación en graves actos de corrupción. Por ahora, la Cicig y el MP solo han dejado ver una punta de lo que ha de ser una cordillera de corrupción debajo de las aguas.
Hay indicios de que es el líder, junto con Roxana Baldetti, de la estructura criminal denominada La Línea. Por eso, ya la ex vicepresidenta fue enviada a proceso judicial y guarda prisión preventiva, al igual que otros altos funcionarios de su gobierno, más los que están prófugos, como Juan Carlos Monzón, ex secretario privado de la Vicepresidencia. Junto a la estructura criminal fueron creadas otras organizaciones ilícitas satelitales, conformando así toda una armadura descomunal de redes enmarañadas, un espinoso matorral gigantesco cuya cima tiene dos cabezas, la de Baldetti y la de Pérez. Tal es el cuadro que hoy debemos reiterar. Hasta el cansancio.
Otto Pérez ha de tener la esperanza de que se le saque por la fuerza del poder hacia el aeropuerto. Ha de dormir pensando en lo bien que le caería un caos social, un desborde que provoque un golpe de Estado, un atentado en contra de su vida, algo que lo haga salir del país, ileso, pero convertido en víctima.
Por su cabeza ha de pasar la idea de provocar él mismo ese golpe, porque su caída es cuestión de tiempo y lo sabe. En días o semanas deberá sentarse en la silla de los acusados y escuchará un dictamen como el que pronunció el juez Miguel Ángel Gálvez a la ex vicepresidenta. Quienes ahora lo protegen ya no estarán con él sino en su contra para salvarse del oprobio social o de la justicia, según sea el caso.
Su actitud, burlona al principio, se tornó soberbia; luego se disfrazó de enérgica, para finalmente buscar un poco de conciliación al invocar a Dios y la paciencia ciudadana. Pero la verdad es que ni Dios tiene nada que ver en esto y él está desgastado por sus propios crímenes. En cuanto a la paciencia, es como pedir que un árbol cortado caiga con lentitud sobre un manto de grama.
Otto Pérez debe renunciar. El jueves pasado en el país hubo manifestaciones. La plaza central de la capital se desbordó. Los cálculos más sesudos sobre la cantidad de manifestantes son imprecisos, porque ríos de personas entraban y salían en un flujo constante; hombres y mujeres de todas las edades iban de la plaza hacia el Congreso, de la Sexta hacia la Corte de Constitucionalidad, al tiempo que otros se sumaban a mediodía, después de las cuatro de la tarde y muchos más a cualquier hora.
El mensaje es claro: Otto Fernando Pérez Molina tiene que renunciar al cargo de presidente de la República. Su gobierno ya no existe. No preside ya nada. O debe esperar a ser detenido en el acto, el 14 de enero de 2016, a las 14 horas.