ECLIPSE
¡Feliz Año Nuevo!
Y terminó un año en donde ocurrieron cosas asombrosas. A inicio de 2015 la Conferencia Episcopal había augurado que “el fondo de todos nuestros males está en una política sin moral que ignora la ética social…”.
Denunciaron “la inmensa cantidad de problemas que nos afligen y aprisionan: la corrupción generalizada, la violencia desenfrenada, la baja calidad de la educación, la crisis en el sistema de salud, la lenta administración de justicia, la política partidista que ve más los intereses particulares que el interés general, la dificultad para generar empleos, el drama de la migración que sustenta a la vez que resquebraja familias y un larguísimo etcétera, de impotencia, nos va haciendo sucumbir incluso en una especie de fatalismo y de derrota… ¡Qué peligroso sería que de ahí cayéramos en un conformismo perezoso y pasivo!” Realistas y atinados fueron los Obispos en sus análisis.
Lo que no previeron fue el accionar de la Comisión Internacional contra la Impunidad, con una estrategia distinta y un profesional que viró el timón de la historia en compañía de la Fiscal General y de la Embajada Norteamericana que ofreció todo su apoyo, especialmente en información indispensable, en un lobby distinto al de sus antecesores y una incidencia determinante en los asuntos de Estado.
Las movilizaciones de la clase media urbana, acompañadas de actores internacionales, generaron su empoderamiento, para iniciar un proceso inédito de participación ciudadana motivada por la indignación que les produjo la corrupción en el Estado.
Pero también fueron atinados en alertar sobre la situación que enfrentan los pobres, esos a los que los religiosos dedican sus vidas por ser los que más necesitan. Esa grey aumentó considerablemente tanto en pobreza, como en pobreza extrema.
Los afectados por la sequía quedaron con la gran incertidumbre sobre cómo van a seguir enfrentando la falta de seguridad alimentaria y pagan la factura del cambio climático, producto de los excesos de los países poderosos. El urgente abordaje integral del Desarrollo Rural será una de las prioridades de este año, si no queremos dar un paso al frente del precipicio.
Los huérfanos y viudos de las jóvenes madres que fallecieron en el parto y las niñas madres que fueron noticia están hoy desolados, pues sus ausencias y tragedias las tienen que llevar a cuestas en soledad. Las instituciones del Estado no les responden ni atienden, siendo tan solo una estadística más.
La crisis hospitalaria ya se volvió como la desnutrición crónica, un problema permanente al que no hay modo que se le encuentre solución, pues los paliativos únicamente la atenúan momentáneamente, siendo constantemente reiteradas las emergencias, que cada vez son más graves, como la falla en el sistema que provee de oxígeno a uno de los principales hospitales del país. Y de ajuste la Corte de Constitucionalidad pretende condenar a los pobres a comprar medicina de marca al prohibir los genéricos.
Los trabajadores sindicalizados fueron cuestionados, debido a algunos pactos colectivos con ilegalidades y exceso de privilegios. El sindicalismo fue satanizado, sin abordar otros aspectos de este derecho de la fuerza de trabajo. Esto se seguirá discutiendo este año porque los recursos financieros para cumplir las obligaciones son insuficientes.
La guinda del pastel fue el intento de ascenso a General de la imagen del Nazareno de la Merced, decisión atribuida al Ejecutivo, que después la desmintió, lo que fue refutado por el párroco de esa Iglesia.
Pero lo cierto es que nuestro país es maravilloso, lleno de riquezas naturales, culturales y de seres humanos extraordinarios. Tenemos el enorme privilegio de habitarlo y la obligación de contribuir a sacarlo de toda esta descomposición provocada por la ambición desmedida y la falta de visión de Estado.
¡Feliz año!