Fin de año en familia
Claro está nuestros diferentes temperamentos pueden afectar si aceptaremos y tomaremos el tiempo para estar con ellos o bien nos excusaremos, pero la verdad es que en algunos casos nos vemos presionados en aceptar, pensando que si no lo hacemos quedaremos mal.
Claro que a algunos es por razones muy diferentes, y por no podernos negar a ellos desplazamos otros que por prioridad y responsabilidad deberíamos estar allí sin ninguna evasiva. Y si podemos mirar para atrás, esto ha sido una rutina que se repite cada año.
Esta lista de compromisos deberíamos encabezarla con nuestra familia, y esto por varias razones. Primeramente, porque la familia es nuestra y nadie debe sustituir nuestra presencia y participación en esas reuniones.
Además, todas las otras relaciones son sencillamente un cumplimiento de relaciones humanas, las cuales pueden no cumplirse y el daño no es de mayor transcendencia, pero en la familia el estar allí y participar es una inversión de nuestra vida a la vida de nuestros seres queridos que se capitaliza, y cuando algún día ya no estemos, el aporte que hicimos ese día empieza a tomar dimensiones inexplicables para nosotros.
Lo anterior expuesto nos obliga a entender que el estar con los nuestros —es decir con nuestra familia— es más una inversión que simplemente la participación.
Además, no solo el estar, sino el cómo estamos y el cómo nos desempeñamos para que podamos conscientemente estar aportando favorablemente, sabiendo que en nuestra familia cada miembro es diferente y sus necesidades y sentimientos son variados.
Si lo que hemos planteado tiene una verdad, lo primero que debemos tomar en cuenta si estamos con los nuestros en estas fiestas de fin de año, debemos pensar más en ellos que en nosotros para que lo que digamos y hagamos sea sabiamente pensado para que produzca el resultado favorable que esperamos. Y una vez que esa parte está calculada y tomada en cuenta descubriremos que seremos recompensados y gratificados en dimensiones no esperadas por haber pensado en ellos y ellos se extenderán a nosotros aunque no sea de una manera inmediata.
Si somos conscientes y consecuentes con nuestras raíces culturales, debemos recordar que el calor de hogar y la amistad de familia se deben cultivar de una manera progresiva en el mismo modo como ponemos los leños y empezamos un fuego, y aunque en un inicio el humo nos pueda afectar, cuando las brasas empiezan a dar su calor es gratificante no solo a la vista sino también el calor que ese fuego expande.
A menos de un mes de las tan esperadas fiestas, hagamos planes con una mente serena y propongámonos priorizar nuestra familia y encendamos el hogar para restaurar emociones, sentimientos y también algunas amistades que se han dejado a un lado, y le aseguro será la mejor chispa para el inicio del próximo año que se podrá coronar con hogares más sanos y felices. Veremos que a los años habrá sido una inversión y no simplemente una reunión.
samuel.berberian@gmail.com