Gallo cantado

No cabía otra posibilidad porque todo estaba previamente dispuesto, preparado, con mucha plata, planeación, sigilo e interés. Poderosas fuerzas e intereses invertidos en la candidatura de Sergio y Carlos. Ningún otro candidato tenía fuerza detrás de su candidatura; eso fue evidente desde un principio. Todo el proceso estaba diseñado para que Sergio y Carlos quedaran en la lista y todos los procedimientos fueron precisamente eso, procedimiento, para certificar la legalidad del resultado inevitable.

Todo fue legal, me consta, transparente también. Los 19  comisionados nos veíamos las caras, discutíamos y nos escuchábamos con total caballerosidad y rectitud, pero todos sabíamos lo que realmente estaba sucediendo: para unos era Carlos y Sergio o nada, mientras que para otros, en minoría, era cualquiera, excepto Carlos y Sergio. Para mí era demasiado claro que eran los ungidos, los que tenían que quedar.

Discutíamos cortésmente sobre cuestiones de procedimiento y las reglas del juego. En estas cosas era posible ceder, darle la razón al otro, pero hasta allí. Sabíamos que las verdaderas diferencias surgirían al final del proceso, a la hora de las votaciones, donde la razón sería inútil y no se cedería nada.

Algunas pocas estrellas de las ONG hicieron apariciones fugaces, de a 10  minutos, opinando sin haber visto nada, buscando protagonismo, denunciando, jugando a ser expertos mientras la Prensa les daba cancha. Que si tantos puntos para esto en la tabla de gradación o tantos puntos para aquello. Estaban en gallo, no se trataba de eso, los puntos no importaban porque los votos ya estaban alineados y el sistema está diseñado para que los ungidos obtengan los puntos. Un noticiero “informó” que nos habíamos gastado Q85 mil en alimentos; ridículo. Casi todos los gastos los sufragamos los propios comisionados. La Universidad Da Vinci aportó sus instalaciones y cargó con mucho gasto. Donamos nuestro tiempo, cientos de horas. Es un proceso sin gracia, que nadie agradece y todos difaman.

El Contralor General de Cuentas es el auditor del Estado, el que le cuenta las costillas al Gobierno, vigila la “calidad del gasto”, previene y destapa la corrupción. El meollo del problema no es cómo se integra y procede la comisión de postulación. El problema es que al final de cuentas lo nombra el Congreso, lo que garantiza la transacción de intereses. Significa poner al zorro a nombrar a quién cuida el gallinero. Lo más apropiado, a mi juicio, sería que un cuerpo colegiado integrado por los tributarios, los contribuyentes, nominara a los candidatos, y entre estos se eligiera por sorteo. El Contralor debe ser una persona que vigile los intereses de los contribuyentes y no los de los diputados.

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ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).