PLUMA INVITADA
Guat hunting
Durante una participación que tuve en un conversatorio sobre temas que afectan a guatemaltecos en EE. UU., pude notar que en el país no es evidente el acoso que sufren compatriotas nuestros allá, producto de la xenofobia —odio hacia el extranjero— y, peor aún, el racismo —discriminación hacia un grupo considerado inferior por su apariencia corporal—.
Mientras escribo estas líneas, recibo información del pueblo de Jupiter, en la costa atlántica de Florida, donde jóvenes blancos locales, por diversión, participan en una práctica que han denominado Guat hunting, que puede traducirse como Cacería de Guatemaltecos. Su entretención consiste en abatir a guatemaltecos en la calle. Como consecuencia, Onésimo López, un trabajador de 18 años, murió lapidado en el jardín de su casa, frente a familia y amigos, con quienes compartía la noche del 8 de abril.
Esta tragedia contrasta con el lugar de su perpetración. Jupiter es un pequeño paraíso tropical, donde los campos de golf y condominios para jubilados abundan. En el auge de la construcción en décadas pasadas, la mano de obra se hizo necesaria y miles de trabajadores, en su mayoría provenientes de Jacaltenango, Huehuetenango, satisficieron la demanda laboral.
En lo migratorio, la de Jupiter es una comunidad sin parangón. Sobresale por el nivel de organización que juntos, jacaltecos y autoridades locales, han llegado a desarrollar. La muestra más evidente de esa alianza es El Sol, un centro comunitario que protege fervientemente los derechos de la comunidad migrante.
El modelo entre comunidad migrante y autoridades locales está jugando un papel trascendental. Primero, para que los hoy confesos imputados fueran capturados, y luego en que la Policía revelara que el motivo del crimen fue el odio racial contra guatemaltecos. En Jupiter tienen claro el motivo y no pretenden disfrazarlo.
Sin embargo, en otras ciudades y Estados, las víctimas de un racismo que parece ser sistemático, no gozan de la misma protección. Ejemplo de esto es la preocupación colectiva que actualmente vive la comunidad guatemalteca en Stamford, Connecticut, por la reciente desaparición y asesinato de tres paisanos, cuyas causas asocian a prácticas similares a las de Jupiter. La comunidad de Connecticut se queja de que autoridades policiales y consulares ignoran sus denuncias de persecución racial, desechando los casos como simples hechos de violencia común.
Los migrantes que sufren atropellos temen denunciar los crímenes, por miedo a que se identifique su estatus migratorio. Algunas ciudades impulsan programas para inspirar confianza hacia la Policía, pero el ambiente creado por las políticas de deportación de la presente administración no ayuda a eliminar el miedo a cualquier autoridad de Gobierno.
La proliferación de ataques raciales debe atenderse pronto y sin tibiezas, pues este tipo de violencia tiende a escalar. La muerte de un solo guatemalteco a causa de persecución por nacionalidad es motivo suficiente para que nuestra embajada en Washington exija protección para nuestros nacionales.