Guatemala no es Uruguay
afectan la memoria, generan apatía y falta de motivación, debilitan el sistema inmunológico y son un puente para otras drogas.
“El río se desborda cuando se pierde el cauce”, susurró el Clarinero. En septiembre del 2013, el expresidente colombiano Álvaro Uribe, en una entrevista en México, comentó que en los años 90, en Colombia, cuando se descriminalizó la dosis personal de la droga, se incrementó el consumo.
La legalización de las drogas debe discutirse ampliamente en nuestra sociedad chapina. El pasado 10 de diciembre, en Uruguay, se aprobó el proyecto de ley para regular la producción y la venta de marihuana. El presidente Otto Pérez se inclina por el ejemplo del presidente Mujica. De acuerdo con Mujica, es un “experimento” para combatir el consumo de narcóticos y la violencia. En mi opinión, Guatemala no tiene la calidad de vida de Uruguay. Los chapines no podemos darnos el lujo de ser “conejillo de indias” y liberar el consumo de la marihuana porque sería una amenaza mayor para nuestra niñez y juventud, que vive en un ambiente de violencia, hambre y falta de programas de salud y educación decentes.
No olvido el testimonio de un predicador que rescataba a jóvenes adictos en Atlanta. Un muchacho, que se había negado a sus cursos de rehabilitación, se le acerco un día y le dijo: “Ayúdeme a recuperar mi conciencia. Ya no sé qué es bueno ni qué es malo en mi vida”. Las drogas destruyen la conciencia. Las drogas generan un falso bienestar. El placer que se siente al inicio se transforma en dolor cuando su efecto pasa y así principia el ciclo de la autodestrucción.
Pablo Rossi, argentino, psicólogo experto en drogas, dirige la Fundación Manantiales, en Uruguay. Comentó que el 65% de los uruguayos se opusieron a la aprobación de la ley y que la comunidad científica se pronunció en contra de ella también. Para Rossi es una utopía que la legalización de la droga sea una mejor medida para combatir el narcotráfico. “Siempre habrá alguien que ofrezca menos. Legalizarla lo único que logrará es que se perciba como algo normal, como algo que está bien. Y justamente lo que tenemos que hacer que sea normal es la vida sana, trabajar, estudiar”.
¿Qué sociedad queremos? ¿Una sociedad sana sustentada en valores que nutran el espíritu y propicien el desarrollo de las nuevas generaciones? ¿O una sociedad permisiva, del 4º mundo, que avale el consumo de las drogas, inclusive las “cultive legalmente” como lo ha declarado Pérez Molina?