Incendio en La Terminal
Tal como sucede en las estructuras maltrechas de Latinoamérica y el mundo, la mayoría trabajadora del mercado es oprimida por una minoría que allí mismo extorsiona y practica la explotación infantil y laboral. Debido a la inseguridad, en La Terminal presta sus servicios de protección un grupo cuya consigna es “Ladrón visto, ladrón muerto”. Sí, ya sé que a muchos se les hace agua la boca, les encanta el asesinato. Tales protectores, contratados por los comerciantes —en realidad, por algunas personas— cobran cuotas extorsivas. Comerciante que no paga se atiene a las consecuencias. Balearon a un carnicero, mataron a un vendedor de Sumpango, también a un pintor de rótulos, entre muchos otros. El Gobierno está enterado. “No vamos a permitir que eso suceda más”, dice López Bonilla cada vez que sucede. Si cada local paga Q300 mensuales por su protección, y Q30 cada negocio pequeño, al año suman unos Q6 millones ¿Cómo iban a permitir que la Municipalidad trasladara a sus empleadores al Cenma?
En cuanto a lo que llamo “la banca”, se mueve de diversas maneras. Los prestamistas se mantienen a la espera de un potencial deudor, que casi siempre es algún paisano suyo que no reunió a tiempo el dinero para una camionada de papa; o que se arriesgará a comprar toda la cebolla. No hablo de préstamos de Q100, sino de Q5 mil, Q10 mil en efectivo. Uno tras otro caen los billetes con el compromiso verbal de pago con intereses a las 5 de la tarde; o al día siguiente con su respectivo incremento. No critico la riqueza, solo creo justo arrancar la idea de que el mercado es un lugar casi folclórico. Un extraño neoliberalismo popular domina a una mayoría laboriosa. Así como el Cacif tiene alineado al gobierno de Otto Pérez, pequeñas cámaras deciden el futuro de ese microsistema.
Ahora que se incendió, se destaca el “lado humano” de La Terminal. De acuerdo, Pérez y Baldetti lucen conmovidos. Estuvo bien que empeñaran su palabra. Solo recordemos que no se reconstruye con lástima, sino con seriedad, orden y prontitud. Los verdaderos trabajadores/as deberían ser apoyados y liberados de esa minoría voraz. En cuanto al público en general, es extraña su reacción ante el incendio: brota solidaridad con los afectados hasta que se enteran de que allí se mueven millones de quetzales diarios; entonces, les echan pestes. Puede que sea envidia, la famosa olla de cangrejos.
Ya resurgen pequeños negocios operantes en condiciones infrahumanas. Pronto se reacomodarán las fuerzas de explotación y extorsión para recuperar poder. Después de todo, tienen libertad de acción. El hallazgo de granadas tras el incendio es indicador de quiénes mandan.
@juanlemus9