PLUMA INVITADA

Integración

Carlos Alberto Cerda

|

La integración centroamericana, impulsada por una dimensión económica acompañada de políticas de desarrollo social, constituye un camino para superar no solo la mala percepción que se tiene sobre la región a nivel internacional, sino también los vicios y malas prácticas históricas de los líderes y ciudadanos de estas tierras. El Sica tiene la tarea de implementar con eficacia las políticas regionales en sus diferentes niveles, labor que demanda el protagonismo no solo de los gobiernos (responsables directos por el peso intergubernamental del sistema), sino también del sector empresarial y de la sociedad civil, que pueden contribuir a fortalecer la rendición de cuentas del aparato institucional regional. La percepción que se tiene sobre Centroamérica no es la más afortunada. “¿Hay algo en el ADN del centroamericano para poder explicar por qué son tan corruptos?”. Esta interrogante fue planteada con mucho desparpajo por la historiadora española Sonia Alda Mejías, en un panel sobre seguridad y corrupción transmitido en HispanTv. Construir una imagen-región que resalte las virtudes y grandeza centroamericana parece ser un componente prioritario que debe mover al trabajo conjunto. Jorge Briz, presidente del Cacif, ha señalado: “En lugar de estar trabajando cada país individualmente, los pequeños países podríamos trabajar en conjunto y ya no establecer esas grandes diferencias” (Forbes, ed. septiembre 2015, p. 22).

Al echar una mirada al pasado, se puede notar la permanencia de una serie de vicios que obstaculizan el avance hacia mejores escenarios de vida en una dimensión nacional y regional. La República Federal de Centro América (1824-1839) constituyó un esfuerzo valioso a favor de los habitantes de estas tierras; sin embargo, agotado este período de unión, rápidamente se visibilizaron una serie de situaciones que no son ajenas a la realidad actual: afán de copiar lo extranjero, menosprecio a nuestra idiosincrasia, alta capacidad para hacer elecciones irregulares, costumbre de oponerse a todo gobernante por bueno y atinado que sea si no se aviene a hacer gobierno de pandilla, y la profundización de la división entre los pueblos, tal y como lo señaló Pedro Joaquín Chamorro (1950). Existe una institucionalidad de la integración centroamericana, no obstante, los resultados del trabajo de esta no son muy alentadores. El Protocolo de Tegucigalpa (1991) señala la aspiración centroamericana de constituir una región de paz, libertad, democracia y desarrollo. El Sica tiene sus propias fortalezas en una dimensión teórica; no obstante, en la práctica se identifican debilidades que deben mover a la acción. Los profesores Santos Carrillo, Caldentey del Pozo y Martínez Cousinou (2014) han señalado que “las políticas del Sica resultan fallidas no porque no exista un diseñ?o institucional adecuado, sino porque la elaboració?n e implementació?n de las polí?ticas se realiza sin plantear a priori un reparto competencial que permita su ejecució?n”. El Sica produce declaraciones de buenas intenciones a barullo, pero el proceso de implementación de las mismas es poco eficiente en gran medida por la existencia de tensiones entre lo regional y lo nacional (principalmente por la concepción diferenciada de los Estados en cuanto al concepto de soberanía), lo que provoca que los compromisos de los países miembros a favor de la integración sean asimétricos.

@CarlosCivis

ESCRITO POR: