José Mujica
Mujica dona casi el 80 por ciento de su salario. Eso no serviría de nada si no fuese acompañado —como lo está— de buen gobierno y una vida personal desapegada, en lo que cabe, de lo material. Él no quiso vivir en el lujoso Palacio de Gobierno uruguayo sino en su rancho, rodeado de gallinas, con su perro de tres patas, cultivando hortalizas; se conduce a pie o manejando su viejo Volkswagen.
Se le ha descrito como el presidente más pobre del mundo, lo cual es impreciso. Aparentemente es pobre y hasta tonto, según lo vean quienes roban en el gobierno, pero Mujica tiene lo más valioso del ser humano y es libertad, una conciencia tranquila. Antes de escribir esto leí acerca de su vida y vi varias entrevistas publicadas por internet. Su esencia es la sencillez basada en el respeto al ser humano. Privilegia el valor del tiempo propio y ajeno. Critica el consumismo. No carece de nada, lo tiene todo, es libre. Y no podrá ser libre quien es ladrón o ladrona.
Cuando deje la presidencia —mañana Uruguay elige a su sucesor— no se irá con la cola entre las patas ni habiendo comprado las cortes de justicia y al Ministerio Público. A él no lo perseguirá la historia, su conciencia y la justicia por el resto de su vida. Nadie escupirá tras su paso por las calles. No derrochó el dinero de Uruguay comprando mansiones, autos deportivos, desfiles hípicos, yates, fincas, viajes y lujos vulgares hasta en las uñas de los pies. Su esposa, la senadora Lucía Topolansky, no anda por el mundo haciéndose las tetas, estirándose el pellejo y levantándose el culo con el dinero del pueblo. Es una respetable anciana que cuando Mujica fue entrevistado esta semana por Publinews en su casa, a 15 kilómetros de Montevideo, estaba tendiendo la ropa en el lazo.
Tanta sencillez por parte de un presidente nos reveló algo que creíamos impensable en Latinoamérica: es posible ser político, honesto y estadista. No se trata de un viejecillo simpático pero inútil. Con habilidad comprobada ha logrado que Uruguay siga creciendo como uno de los países con mejor calidad de vida. Si no me equivoco, fue en Argentina donde surgió esta broma, un tanto envidiosa, por cierto: Mujica es el presidente pobre que quisieran tener todos los ricos. Este exguerrillero ha sabido utilizar los recursos capitalistas uruguayos para reducir la pobreza.
No sin humor negro, pienso que Mujica —si fuera guatemalteco— no podría ser presidente de nuestro país, nunca; ya lo habrían hundido. Lo acusarían de comunista, a él y a su perro de tres patas. Guatemala puntea bien alto en desnutrición, inseguridad, desempleo, pobreza extrema y otras desgracias; va de la mano con Haití y Honduras, encima, paga un sueldo altísimo a su presidente. A cambio, el pueblo cobra miseria, abundante miseria, esparcida con ventilador.
@juanlemus9