Juventudes a la deriva
Por su parte, el Gobierno se mantiene intentando paliar los problemas y conflictos, que no son de ahora, vienen de décadas; algunas autoridades están esmeradas en cumplir su deber, otras en ver cómo siguen enriqueciéndose, mientras tanto la mayoría de la juventud de nuestro país está a la deriva, junto con el resto de la población.
Ser joven en un entorno de desigualdad no es lo mismo para unos que para otros, aunque existan circunstancias que pueden semejarse, a pesar de la disparidad de las condiciones de vida en las que se desenvuelven. Hay que preguntarles a quienes habitan en el área rural cómo conciben esta etapa de sus vidas y luego contrastar las respuestas con las de aquellos que viven en áreas urbanas, tomando por supuesto en cuenta la diversidad étnica. Seguramente esa voz propia, auténtica, permitiría conocer qué esperan de la vida unos y otros.
El Estado invierte diariamente una mísera cantidad, Q1.27, para brindar salud, educación y vivienda a los adolescentes, según reportó una investigación de este año, realizada por entidades especializadas, que concluyeron que debe hacerse un cambio en los términos de la inversión en ese sector, demanda que también tienen quienes se preocupan de la niñez, defienden los derechos de la población o de los que tienen alguna incapacidad. El Estado no puede resolver esos descomunales problemas por las razones que ya conocemos, principalmente de índole fiscal, aunque esto moleste a muchos.
Reiterados informes han alertado sobre los serios peligros que corren los jóvenes de estratos bajos, muchos de los cuales no terminan la escuela primaria o no cursan estudios de nivel medio, por lo tanto carecen de capacidades para ocupar trabajos con salarios dignos, están en la “informalidad”, ganando centavos o desempleados; otros optan por migrar o son víctimas de grupos criminales.
Un reciente estudio de la OMS reveló que la violencia es la principal causa de muertes de jóvenes y adolescentes en el continente y que afecta más a hombres que a mujeres. Una de cada tres muertes de hombres jóvenes y adolescentes en los países de ingresos medios y bajos de América es causada por la violencia; le siguen los accidentes de tránsito y los suicidios, como principales causas de decesos en la población de 10 a 19 años.
En Guatemala grandes segmentos de población en ese rango de edad se encuentra frustrada y sin alternativas para adquirir destrezas que les permitan un cambio en su situación. Son víctimas de numerosas violencias, empezando por la injusta situación social que enfrentan, la falta de condiciones para el pleno ejercicio de sus derechos, la violencia física y verbal, la violencia estructural, la cultural, entre otras.
Los diagnósticos son del conocimiento de quienes han estado al frente de los gobiernos y la situación sigue agravándose. Los responsables de tomar las decisiones para evitar que se incremente el riesgo de perder a los jóvenes por esas modalidades de la violencia han sido incapaces de ofrecer resultados satisfactorios, acordes al tamaño del problema.
La prevención es la principal solución para atajar las múltiples violencias que enfrentan los y las jóvenes. Acceso a la enseñanza pública de calidad, la generación de programas recreativos, deportivos y culturales deberían ser las primeras decisiones a poner en práctica.
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