ALEPH
La alegría y más allá
Todo comenzó por internet, con un grupo de nueve personas que no se conocían del todo, pero estaban indignadas por el caso de La Línea. No deseaban protagonismo, no deseaban estar en los medios tradicionales, y sabían poco de política partidista. Agregaron el hashtag #Renuncia ya al evento creado en Facebook, y lo dirigieron especialmente a una acción concreta: la renuncia de la vicepresidenta de Guatemala.
Sus “no negociables”: actuar pacíficamente y en el marco de la ley; participar como ciudadanos individuales, por su cuenta y riesgo; evitar el protagonismo a toda costa para que la convocatoria fuera verdaderamente de todos/as los que participaran; no usar escenarios ni altavoces, no marchar para evitar que alguien encabezara el evento y no otorgar entrevistas a los medios para no identificar la manifestación con uno o dos rostros específicos; promover el orden y la limpieza; y motivar a todos a expresarse a través de carteles, cacerolas, pitos, tambores, y consignas, entre más.
Planteado el objetivo, se fueron a las redes sociales el 17 de abril. Tiraron la piedra al agua y, en horas, el evento se volvió viral y tenía más de 10 mil asistentes, superando la meta inicial de 100. Nueve ciudadanos que se habían comenzado a organizar por internet, recibían esa misma noche la primera e inesperada amenaza de Anonymous Guatemala. Siete personas de aquel grupo inicial convocaron luego a la segunda manifestación, entre críticas y descreimiento de “expertos” que aseguraban que nos aburriríamos pronto. Sucedió todo lo contrario y hoy, varias manifestaciones después, las ondas siguen expandiéndose en varias direcciones.
Estuve la otra noche en un espacio cultural donde conversamos sobre arte y política. Vi a algunos/as de ellos. La actividad estaba organizada y dirigida por jóvenes, con una amplia presencia de jóvenes entre el público, y un par de jóvenes entre los conversadores. Frente a mí, el rótulo con el nombre del lugar, casualidad por demás irónica: ERRE. Como la erre inicial del nombre de la vicepresidenta y como la erre de aquel primer #Renuncia ya. Allí se habló del rescate de la alegría, y de la pérdida del miedo. Se habló de haber vuelto a reunirnos en casas, espacios y plazas. De haber saboreado lo que significa ejercer nuestra ciudadanía. No es poco. Y no lo hablo desde una ingenuidad que podría llevarnos a creer que algo de relajo cambiará los problemas de fondo de un día para otro. No somos tan ciegos como para no saber en qué país vivimos y cuál es la correlación de fuerzas en medio de la cual nos movemos.
Pero estos movimientos nos están haciendo mucho bien y han aliviado una parte del gran acumulado de insatisfacción que veníamos acarreando. ¿Podemos leer este hito histórico como el fin de la indiferencia, de la apatía? No solo fue miedo lo que perdimos. Ganamos ciudadanía, definitivamente. Ganamos relación. Ganamos identidad. Este movernos nos ha devuelto a la posibilidad de creer que, como diría Julio Prado, la política bien hecha debería ser un poema al futuro.
Pero no nos quedamos solo en el alivio; no nos quedamos solo en el terreno de las emociones y las sensaciones. Cada día suceden en Guatemala cosas que cambian los escenarios que vamos prefigurando, pero que también nos acercan, desde diversas expresiones y sectores, a propuestas ciudadanas muy concretas en medio del laberinto legal que nos pone la camisa de fuerza: que renuncien todos, que rindan cuentas, que se reformen ciertas leyes fundamentales para un cambio profundo, que se rescate la movilización social para un continuum democrático, y que se propongan nuevas caras, que vengan de la ciudadanía y no lleven al ejercicio del poder viejas mañas. Los desplazamientos son constantes. Los grupos de poder tradicional actúan fuerte y rápido. El A25 y el 16M ya no son presencia, son parte de la historia que ya se desplazó, pero nosotros somos posteriores a ello y avanzamos…
cescobarsarti@gmail.com