SI ME PERMITE

La buena herencia está envuelta con discreción

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“A veces el hombre más pobre deja a sus hijos la herencia más rica.” Ruth E. Renkel

Lo más frecuente de las pláticas cuando se escucha, sea esta en una sobremesa o bien entre amigos, normalmente se limita a dinero y bienes físicos y probablemente estos, si bien son importantes y pueden ayudar a los herederos, no siempre son los más importantes que harán la diferencia para el resto de la vida.

Debemos considerar algunas cosas que en una herencia son como joyas que pueden hacer la distinción para los que lo tienen.

En primer lugar, es el buen nombre que uno puede dejar a los suyos. Porque simplemente uno dice su nombre por identificación y la primera reacción es mirarlo y seguido con la pregunta de oficio si es pariente de tal persona.

Solo uno contesta con una afirmación y recibe los comentarios favorables que lo hacen sentir muy bien.

Otra herencia que muchas veces se aprecia es el comportamiento de uno, sea este por los modales que uno tiene o bien por los detalles de etiqueta y amabilidad con los que uno está formado.

No es extraño que alguien haga el comentario que el modo de ser de uno no es muy común y a esto le añaden la debida felicitación.

Uno no puede menos que aclarar que es parte de la formación que a uno le han dado.

Además de los anteriores hay que añadir la formación disciplinada con la que hemos sido formados y para nosotros son parte de nuestro modo de ser, pero para los que nos rodean no necesariamente son así, como en el caso de la puntualidad, la cortesía o bien la amabilidad, cuando por ellas somos halagados, entendemos que nuestros mayores nos encaminaron en un modo de vida que ha llegado a ser parte de nuestra manera de ser.

El mismo criterio es más fácil de entender cuando debemos criar a los nuestros y pasarles ese legado que nosotros recibimos y nos ha favorecido en más de una oportunidad.

Claro está que la herencia no es materia ni de conversación, a menos que sea por razón de aclaración y mucho menos de jactancia.

Por el contrario, con toda discreción lo vemos como algo muy nuestro y muy propio para manejarlo como los elementos de pudor y de identidad que cuando se hacen comentarios de ello es muy difícil hacer alguna aclaración.

La realidad que hemos descrito nos hace responsables para estar muy conscientes de que cuando pensamos en los nuestros y lo que dejamos a ellos, debemos priorizar en aquellas cosas que la gente no siempre es consciente pero que hacen la diferencia en todo aquello que de un modo u otro nos involucramos.

Desde el detalle de compartir un tiempo de sobremesa hasta el caso de tener que emparentar con alguien o bien emprender un negocio, por lo que la persona tiene como una excelente herencia en su parte formativa que de un modo u otro llega a ser un valor agregado en lo que vayamos a hacer.

Es frecuente en muchos comentarios aclarar que la gente de antes era más cuidadosa que los actuales en su manera de ser.

Es verdad, pero como el proceso no ha terminado, nosotros podemos hacer la diferencia recuperando lo perdido y marcar normas y principios para que los valores que se dejaban como herencia sean con responsabilidad.

Esto nos evitará lamentar más adelante cómo se encuentra nuestro medio, debemos ocuparnos de en qué modo nosotros estamos cuidando que los nuestros no sean necesariamente modelos pero que sí sean diferentes.

 samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.