CON NOMBRE PROPIO
La era digital y los derechos
La era digital nos exige prepararnos para ser ágiles a nuevas relaciones sociales, que en principio no nos cabía en la cabeza, pudieran existir. Mucho de lo que hoy tenemos no tiene “normadas”, ni en lo moral, ni en lo jurídico, sus consecuencias. Veamos un simple ejemplo, nuestra Constitución garantiza la libre emisión del pensamiento sin censura previa y hace toda una relación de ello, pero la disposición está diseñada bajo la idea de que eran los medios de comunicación tradicionales los únicos que hacían publicaciones que pudieran tener repercusión social; ahora con las redes sociales todos somos un medio. Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat, por citar solo algunas, son poderosas plataformas para emitir el pensamiento y cada usuario puede ser un vigoroso difusor.
Al diseñar la Asamblea Nacional Constituyente la norma comentada (en 1985), jamás pasó por la cabeza lo que las redes sociales son, y si a esto le sumamos las herramientas que surgen de ellas como los hashtags o etiquetas, la influencia es superlativa en muchos ámbitos. Basta recordar el famoso #NoTeToca o constatar que hasta la evangelización se hace por redes en estos momentos.
Las redes sociales hacen fluir torrentes de información, siendo la intimidad personal un “algo” que cada vez existe menos. La sociedad digital enmarca nuevas consecuencias y sobre esas consecuencias debemos recapacitar, porque las redes sociales deben ser usadas por entidades de prensa y entes gubernamentales con mucho más prudencia que por cualquier mortal. En las redes sociales se dibuja “nuestra historia digital”, así los reclutadores de personal en empresas e instituciones ya no se conforman con evaluar un currículum; por el contrario, la búsqueda en el mundo digital de quién es esa persona es fundamental. Hasta ciertas embajadas pedirán como requisito de visa el ingreso a nuestras páginas sociales y así poder percatarse de quién somos en realidad.
Los medios de comunicación deben ser muy prudentes con el uso de sus redes sociales, porque ya el derecho que está en la norma constitucional sobre la “aclaración” por parte de quien se considere perjudicado en caso existieren inexactitudes o tergiversaciones en alguna noticia deja de tener efectos al ser plasmada la nota o reportaje en medios digitales.
La Libre Emisión del Pensamiento sin censura previa es un derecho fundamental para toda sociedad democrática, por eso no podemos jugar con ella. Debemos saber que si todos somos un medio, el difusor de un tuit, o de un post, es responsable de lo que dice y asevera, y por ello es que el “acoso cibernético” es un aspecto que está siendo regulado, sobre todo para los adolescentes. Existen hasta suicidios por acoso digital y deslindar lo que es una opinión de un ataque, en ocasiones, es difícil de advertir.
El poder digital es tan grosero que hasta el país más poderoso del mundo, como lo es Estados Unidos, tiene un conflicto con Rusia porque hay sospecha fundada de influencia digital dolosa para beneficiar a Trump en las últimas elecciones y así hacer ganar a los republicanos. Si eso sucede allá donde existe cultura informática y es la sede de los grandes motores de búsqueda y protección de datos, imaginemos lo que puede pasar por estas tierras.
En un país con un pasado como el que tenemos, el ejercicio democrático de los derechos debe hacerse con mucha prudencia y por eso quienes tenemos acceso a los medios tradicionales de comunicación debemos saber que, al poder ser, orientadores de la opinión pública con esta “brujería de las redes sociales”, debemos ser claros pero prudentes porque se pueden motivar daños o catapultar mensajes de odio que generen violencia.
@Alex_balsells