La mano en la piña
La respuesta del Ministerio de Salud fue destituir al director del hospital, quien tenía poco más de dos meses en el cargo. El caso es altamente representativo de lo podrido que está el sistema estatal que clama por más plata.
El problema no es la piña, obviamente. No conozco los detalles del gasto en el Hospital General San Juan de Dios, el Hospital Roosevelt y el resto de la red hospitalaria nacional. Pero estoy seguro de que lo gastado en piña no representa ni una gota en el tonel de miles de millones de quetzales. Si esto sucede con la compra de piñas, no se diga cómo se exprime y reparte el resto de “oportunidades” que representa tanto gasto.
Si la piña es una gota, el Hospital General es una cubeta, el Ministerio de Salud es un tonel y todo el gasto estatal es un lago. Todo está infectado.
Allí está la mochila, las pelotas de futbol, la bolsa segura, el quintal de fertilizante, las carreteras, el mobiliario, las computadoras, los sistemas informáticos, los vales de gasolina y las cantidades navegables de insumos, materiales, contratos y plazas que representa el gasto público. Un mar de oportunidades que la clase política y su subcultura atrincherada explotan con voracidad, cabalgando en caballo blanco al tiempo que sermonea a los demás.
Falta poco para que se convoque a las próximas elecciones y el panorama es desolador. El mismo ritual cada cuatro años, con la absurda esperanza de que los que vengan serán mejores que los que van para afuera. Son los mismos, más buzos, con diferentes nombres, símbolos y colores, listos para drenar ese mar de oportunidades. No se trata solo de personas; es el sistema, las reglas del juego, la forma misma en la que está constituido el Estado. Es clientelar y rapaz por diseño. La forma de pensar que impera es que cada problema se resuelve con más “ingresos fiscales para hacer obra” y más burocracia.
Un subproducto de la permanente crisis de los servicios estatales es que se piensa que los problemas del Gobierno son los problemas del país, como que fueran lo mismo. Se generaliza la idea de que las cosas no mejoran porque el Gobierno no tiene suficientes recursos.
El sistema fabrica más pobres que empleos, mientras aumenta crecientemente la proporción de la población que reclama ser sostenida por el Gobierno para sus necesidades más básicas. La idea de que el Gobierno les va a dar gratuitamente a todos lo que necesitan de cuna a tumba, desde la refacción escolar hasta las medicinas de la vejez, no es sostenible.
Para progresar no hay escape de lo más irreductible, y eso es que la gran mayoría de la población pueda valerse por sí misma, con su trabajo.
Pero el sistema no tiene los incentivos orientados a la producción, sino a la extracción. No se ha tocado fondo, ni de cerca. Viene más piña.
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