ENCRUCIJADA
La renovación avanza
Las manifestaciones pacíficas y las elecciones han sido expresiones de la democracia que han contribuido a renovar a la clase política tradicional en los últimos meses. El principal aporte de las manifestaciones ha sido la sanción moral y social de los líderes políticos acusados de corrupción. La intensidad de las manifestaciones ha dependido en parte de las investigaciones del Ministerio Público y de la Cicig. Sin embargo, concluir que las manifestaciones han sido solamente un reflejo mecánico de lo que han hecho el Ministerio Público y la Cicig desconoce la naturaleza impredecible de buena parte de la acción social. La absoluta sorpresa de todos frente a las manifestaciones que se iniciaron el 25 de abril lo demuestra. Pero además, la independencia y legitimidad política del Ministerio Público y de la Cicig han sido fortalecidas por las manifestaciones. Al final de cuentas, el MP y la Cicig han estimulado las manifestaciones, pero estas le han dado más credibilidad y espacio al trabajo del MP y de la Cicig.
Algo similar ha ocurrido con la relación entre las manifestaciones y las elecciones. A pesar de las severas limitaciones en que se desarrollaron las elecciones, con el predominio de financiamiento ilícito, topes de gasto violados y candidatos sujetos a cuestionamientos de origen judicial, las elecciones también contribuyeron a depurar el sistema político. Los ciudadanos guatemaltecos participaron con gran realismo, dispuestos a hacer valer su voto aun en esas condiciones. El efecto más visible fue la victoria de Jimmy Morales, que al ganar como representante de la antipolítica, combinó dos factores que le dieron la victoria. El primero fue el conocimiento que tenían de él la mayoría de guatemaltecos gracias a sus programas de televisión. A ello se unió el segundo factor: el rechazo masivo a la dirigencia política tradicional, reflejado en las manifestaciones, que encontró en él al único candidato alternativo con posibilidades de ganar. Ya tenía un capital mediático acumulado que le permitió enfrentar la competencia desleal surgida del acceso al capital financiero y de las prácticas clientelares de quienes le siguieron.
Pero en el caso de los diputados no hubo candidatos equivalentes a Jimmy Morales. La depuración del Congreso fue menor y el partido Líder resultó con el mayor número de diputados electos. En el ámbito municipal algunos candidatos pudieron plantearse como alternativos a la clase política tradicional, como ocurrió en Quetzaltenango. Pero en otros municipios ni el rechazo a la clase política local ni el capital mediático de los candidatos alternativos fue suficiente para desplazar a los dirigentes actuales.
Las manifestaciones ya han castigado social y moralmente a los líderes políticos corruptos. Las acciones del Ministerio Público, así como las elecciones, han sido un paso más en la dirección correcta, al desplazar a varios del poder. Avanzamos. Pero continúa vigente la lucha por sacar al conjunto de líderes corruptos que restan y por generar alternativas que no se limiten solamente al rechazo de lo existente.
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