LA ERA DEL FAUNO

La secta de los asesinos

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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El Señor de la Montaña habitaba en Turquía. Su magia consistía en llevar a sus fieles al paraíso y traerlos de nuevo a la tierra. Además, hacía hablar a los decapitados. Testigos aseguraban haber visto cómo una cabeza recién cortada, todavía sangrante, describía las delicias del paraíso al que podrían entrar quienes fueran fieles a su gran señor.

Toda esa magia era “real”. No eran testigos comprados. ¿Cómo lo hacía? Fácil: el gran señor mandó construir en un lugar secreto, un paraíso. El elegido para conocerlo era drogado al punto que caía en sueño profundo, casi mortal. Mientras dormía, era llevado allá. Cuando despertaba, se veía rodeado de música, bebidas, erotismo. Había mujeres hermosas que lo atendían. El gozo prodigado era inimaginable y todo era permitido. Después de gozar, de nuevo era drogado, dormido y llevado de vuelta al punto de partida. Como era de esperarse, cuando despertaba describía, ante testigos, las maravillas experimentadas. Ahora comprendía por qué los fieles al señor daban la vida por él. Eran capaces de suicidarse si se los pedía o de matar en su nombre.

En cuanto al truco de hacer hablar a una cabeza recién cortada, también era fácil: el gran señor mandó abrir un agujero en el suelo por el que sacaba la cabeza un hombre cuyo cuerpo quedaba escondido. Alrededor de su cuello colocaban un trapo ensangrentado. Aquella cabeza inesperadamente empezaba a describir las maravillas del paraíso. Luego de testificar, enmudecía y regresaba a su delicia eterna. Los testigos salían asombrados. Habían visto hablar a una cabeza. Pero ese no era todavía el gran truco, este venía después, cuando veían esa misma cabeza colgada en la plaza, a la vista de todos. Entonces podían jurar: “Esa cabeza que cuelga de ese palo, es la misma que allá adentro nos describió el paraíso del gran Hassan Ibn Sabbah”. Era, en efecto, la misma cabeza. ¿Cómo lo hacía? El Gran Señor, después de que el falso testigo había declarado las maravillas, mandaba decapitarlo y su cabeza era colgada ante la vista pública.

Dice Fritz Springmeier —célebre investigador de los Illuminati— que el señor y sus fieles formaban la secta medieval conocida como los Asesinos y ubica el poderío de Hassan Ibn Sabbah —el Viejo de la Montaña— entre Líbano y Turquía. Por su parte, el poeta Baudelaire escribe en su libro Paraísos Artificiales, en el capítulo El poema del haschisch, que “el Viejo de la Montaña encerraba, tras embriagarlos con haschisch (de aquí Haschischins o Asesinos), en un jardín lleno de deleites, a aquellos de entre sus discípulos más jóvenes a los que quería dar una idea del paraíso”.

Moraleja: Un paraíso artificial es ofrecido a los incautos. Quien pretende dominar un territorio y nuestras vidas ofrecerá deleites, puestos en el gobierno, platos de comida, camisas del partido y dinero. Quienes den su voto a cambio de intereses tan mezquinos, tarde o temprano serán decapitados y colgados en la plaza por su mismo señor.

@juanlemus9

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