Lago de Atitlán en la picota

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El alto crecimiento poblacional, de Sololá, junto a la contaminación  han creado una combinación letal en la fuente de agua potable más grande de Centroamérica.

El lago ya llegó a su nivel máximo de saturación y  está pasando de ser un lago oligotrófico —de aguas cristalinas y potables— a un lago mesotrófico, —de aguas turbias y verdes— para eventualmente convertirse en un lago eutrófico, que es la triste realidad actual del lago de Amatitlán.  De sus 340 metros de profundidad, los 140 metros más hondos que antes sanamente tenían 7 ml de oxígeno, aún en sus partes más profundas, ahora no cuentan con nada de oxígeno.

Si actuamos ya, diligente y responsablemente, lo podemos revertir. Contamos con la mejor asesoría de científicos e ingenieros del mundo, tanto guatemaltecos como extranjeros. Insisten que no debemos “re-  inventar la pólvora”; que los lagos del mundo rescatados con éxito se han logrado impidiendo el ingreso de aguas contaminadas o tratadas al lago.  Este es el paso primordial y fundamental para salvar el lago de Atitlán.

Solo esto cuenta, lo demás es totalmente superficial. Las plantas de tratamiento que parecen ser la solución aceptada por todas las instituciones, no cumplen para nada con lograr esta meta.  El ejemplo perfecto es el de la planta de Panajachel. Costó Q 15 millones construirla. Es la planta más sofisticada de Guatemala. Opera a un costo mensual de Q150 mil pero trata sólo el 40% de las aguas del pueblo.  ¡Y lo peor,  no remueve nada de los nutrientes dañinos, y el nivel de patógenos que descarga es aún alarmante! Un resultado absurdo para un costo de construcción y operación tan altos.

¿La solución?  Los lagos de Washington y Tahoe, al igual que Bolsena y Garda, al darse cuenta que no lograban frenar la degradación con plantas de tratamiento hicieron colectores para exportar sus aguas fuera de las cuencas de dichos lagos.  Tahoe bombea sus aguas fuera de la cuenca y es utilizada para riego de pastos y agricultura.  Lo que es de enorme daño para el lago, resulta de gran beneficio para sectores agrícolas.

¡Los ingenieros sanitarios y científicos nos han demostrado que lo mismo se puede hacer en Atitlán! No solo cubriría sus costos de operación, ya que generaría electricidad por su tecnología de entubado en caídas hacia la costa sur, sino que sus aguas serían tratadas a un costo marginal y luego utilizadas para la agricultura.  

El futuro de Atitlán es funesto si no cambiamos inmediatamente de actitud y le exigimos a las autoridades competentes que se concentren sólo en este proyecto y dejen de estar contemplando plantas de tratamiento.  ¡El tiempo no está de nuestro lado!  

Depende de nosotros salvar nuestro lago de Atitlán,  un icono nacional y mundial y el recurso de agua potable más valioso del país. Que nos juzguen nuestros descendientes si no lo hacemos.

Saludos, Chesley”.

alfredkalt@gmail.com

ESCRITO POR:

Alfred Kaltschmitt

Licenciado en Periodismo, Ph.D. en Investigación Social. Ha sido columnista de Prensa Libre por 28 años. Ha dirigido varios medios radiales y televisivos. Decano fundador de la Universidad Panamericana.