SI ME PERMITE

Lealtad, una virtud para hoy

|

“La lealtad es cosa de la que todo el mundo habla y muy pocos la practican, por la sencilla razón de que no es una posición espiritual al alcance de todo el mundo, ni todo el mundo está preparado para ser leal”: Ramón Carrillo.

En la sociedad en que vivimos hoy, cuando la meta más grande es terminar ganando sin importar el precio que se debe pagar, hablar de lealtad no solo suena extraño, sino también poco conveniente.

El concepto anterior nos ayuda a entender por qué los que nos rodean son tan cambiantes y cuesta saber en dónde están parados. Sencillamente cada uno está corriendo la carrera para ganar y a veces se olvida a quien está atropellando en el camino. Pero lo triste es que nadie se da vuelta a mirar que uno de los atropellados puede ser uno de sus mejores amigos, y dejar truncado una relación de toda una vida.

Es iniciativa personal el proponerse ser honorable, no porque se lo pidan ni mucho menos porque se le condiciona, sino simplemente es parte del ser de uno mismo que a la larga termina siendo una carta de presentación en cualquier momento y en cualquier lugar, para poder así seguir armando el rompecabezas de relaciones que la sociedad y el mundo nos lleva.

Lo curioso de los humanos es que somos muy rápidos y muy sensibles cuando los terceros no son leales con nosotros. Nada nos cuesta reclamar y exigir porque es una norma que se nos debe cumplir. Lo desagradable es cuando a nosotros nos toca corresponder la lealtad al prójimo, porque tenemos una infinidad de argumentos para explicar por qué no se puede. No lo aceptamos cuando ese argumento se nos plantea a nosotros. Esas son las injusticias con las que debemos pelear.

Al hablar de la primera norma de lealtad, es tenerla, usarla, pero no presumir de ella y mucho antes que exigirla, reclamarla o juzgar a los que no nos son leales. Seguramente si la vida es como debe ser, la afinidad nos lleva a hacernos de círculos que manejan iguales patrones e iguales normas. Entiéndase con esto que si yo tengo lealtad, no porque sea un condicionante, sino porque simplemente es un principio al que me someto y porque voluntariamente lo he aceptado con toda naturalidad. Por eso, como consecuencia, me rodearé de gente con afinidad a mi norma.

El deber humano al que cada uno debemos someternos es que la lealtad es un principio que poseo, no porque se me exige, sino sencillamente porque me interesa. De un modo u otro, si las relaciones se interrumpen, o hay distanciamiento de los que me rodean, debo asegurarme de que el cuadro que dejé entre mis vecinos o compañeros de trabajo, y por qué no, con la gente que me contrató para poder tener mi profesión, el cuadro que quiero dejar es que si me van a tener que referir, podrán hablar de muchas limitaciones que tengo, obvias o no, pero podrán resaltar la virtud de que como persona soy leal, sea esto por amistad o por relación laboral, o a cualquier relación que la vida nos lleva.

No debo caer en el error de alinearme, pagando con “la misma moneda” como muchos pueden hacerlo, porque creen que de esa manera justifican lo que en nuestro medio se impone y termina siendo igual que el resto, cuando el reto de la vida es que seamos diferentes. El ser leal como conducta diaria no es un criterio de corresponder, sino simplemente de ser. Y si analizando yo no tengo este perfil, hoy es el día de cultivarlo para gozar del provecho en el mañana.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.