Lecciones del Mundial

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Los días vividos en la expectativa y emoción de cada encuentro, descubrimos cómo nos afecta ver los resultados, pero si entendemos a cada jugador en su contexto cultural, la formación de las disciplinas y el manejo de las emociones y sentimientos, podemos ver en la diversidad cómo es el ser humano y que no todos somos iguales para manejar situaciones iguales y reaccionamos de modos diferentes, no importando lo que hagamos.

Llegando al final de las jornadas, uno quisiera tener el entusiasmo de los argentinos pero también la disciplina de los alemanes. Una combinación de ellos nos haría seres perfectos.

Esta realidad, si solo se le observa en los deportes y no se le puede trasladar a las otras partes de la vida en la que estamos involucrados, estamos perdiendo todo.

Los elementos referidos deben ser aplicados en los estudios para quienes se forman en lo que el resto de la vida los acompañará. De igual modo los que se involucran en una profesión y artesanía, para que la excelencia sea manifiesta toda la vida y hasta el final.

¿Y por qué no?, en las relaciones interpersonales debería ser aplicado, sea en las amistades que cultivamos como en los compromisos que adquirimos al formar nuestros hogares.

No es difícil contemplar los juegos en el Mundial y llegar a ocupar el papel de “árbitros” y definir cómo se debe juzgar cada participación, pero más sabio sería si nos pusiéramos en el lugar de cada jugador que llegamos a admirar por el papel que ha desempeñado y trasladar esa actitud en lo que nosotros estamos involucrados, considerando que lo que se hace necesita una buena medida de entusiasmo y que las emociones tengan su lugar justo y apropiado para que la vida tenga sabor y sentido.

No debemos olvidar que si no hay disciplina, no llegamos a ningún lugar y tampoco dejamos a los demás ser lo que deben ser en su lugar y espacio. Si observamos a los que menos disciplinados son en el juego como en el trabajo, o bien en el estudio, siempre son los que saben culpar a terceros y nunca aceptar las correcciones que se les hace.

Si pudiéramos repasar en este mundial a quienes les hicieron la mayor cantidad de llamadas de atención y a quienes les sacaron tarjetas de amonestación, nos ayudaría a entender el auténtico valor de la disciplina.

Bien decían mis mayores: si no escuchas consejo y si no te disciplinas y te niegas los gustos que te dominan en el proceso de tu formación, lo harán los otros en el momento menos esperado y el modo menos agradable cuando te relacionas con ellos y te humillarán y te expondrán en público lo que pudieras haber hecho en la privacidad y en tu casa.

Si somos sabios y esperamos cambiar en beneficio de nuestras metas, podemos evitar penalizar nuestra imagen si lo hacemos antes de llegar a la escena o la práctica de la vida.

Nuestra Guatemala necesita madurar, y a la luz del Mundial que hemos estado contemplando podemos asimilar el entusiasmo y aplicarlo en cada parte de la vida y hacerlo con equilibrio y propiedad, pero también entender que sin disciplina no podemos llegar a destacarnos y ocupar un lugar de preeminencia.

Debemos disciplinarnos antes que otros nos disciplinen, y entonces se traduce en castigo.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.