PLUMA INVITADA
Lecciones mexicanas
Toda vez que es incorrecto sentir “envidia de la buena”, simplemente compartiré mi gran respeto por la reciente designación del ingeniero Carlos Sada Solana como nuevo embajador mexicano ante Washington, DC.
El perfil de Sada no es el de un embajador convencional. En lugar de experiencia propiamente diplomática, cuenta con décadas de un laureado servicio consular, caracterizado por su entrega a la comunidad. Esto le valió merecer la misión más importante de su país en el exterior, en un giro agudo de la estrategia bilateral mexicana hacia EE. UU. Su camino hacia Washington no pasó por otras embajadas, sino por consulados como Los Ángeles y Chicago, donde acumuló extraordinarias referencias y amistades con la diáspora mexicana. Queda claro que la osada decisión del presidente Peña Nieto, ratificada unánimemente por el Senado, responde proporcionalmente a tiempos inciertos que se avizoran para el hispano en EE. UU., por el ambiente xenofóbico hostil incitado por precandidatos del Partido Republicano.
Para nombrar al embajador, México debió lidiar con una complejidad que también tiene Guatemala. En ambos países la diplomacia bilateral y la atención consular están a cargo del mismo ministerio. Esto provoca una dicotomía entre las estrechas relaciones de la función diplomática y el comercio bilateral, con la necesaria atención humanitaria ante el fenómeno de la masiva movilidad humana. Algunos países latinoamericanos como México y Ecuador han logrado equilibrar esa dicotomía creando en lo interno fuertes estructuras técnicas al servicio de la persona migrante, que usan la Cancillería como simple salvoconducto internacional. Ahora México avanza un paso más y priorizó lo consular frente a la relación bilateral.
En cambio, en Guatemala nada ha cambiado y el que se perfilaba como un gobierno a favor de sus migrantes ha tomado decisiones inverosímiles a la hora de sus nombramientos. En nuestra embajada en Washington no conozco que tengamos tan siquiera un funcionario al servicio del problema migratorio; y en cuanto al Viceministerio de Asuntos Consulares y Migratorios —máxima autoridad real en el Ejecutivo sobre el tema—, ciertamente se nombró a una acreditada funcionaria, pero sus décadas de carrera son en relaciones diplomáticas en Europa y Panamá y no en los asuntos consulares que ahora dirige. De pronto, nuestra crisis humanitaria agravada por una inminente alarma política en EE. UU. ha sido encomendada a funcionarios que apenas empiezan a informarse sobre el tema.
México marcó un ejemplo que merece consideración. Al tomar posesión, el embajador Sada dejó claro que priorizará la protección de los mexicanos. Su embajada concentrará su agenda en “el empoderamiento de los connacionales avecindados en ese país” y en su plan de trabajo esquematizado equilibró lo humano con la trascendental agenda económica bilateral. Carlos Sada Solano ha sido enviado para ser un gran vocero, para estrechar la relación entre la Embajada y sus consulados, y para ejecutar el mandato de un país que ha decidido que guardar silencio ante el discurso de odio racial es ser cómplice del problema.
@puenteGT