SI ME PERMITE

Los errores sí nos enseñan

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“Más debemos algunas veces a nuestros errores que a nuestros aciertos, porque nos enseñan y estos nos desvanecen”. Diego de Saavedra Fajardo

Habiendo quedado atrás todas las celebraciones y los encuentros, ahora nos toca retomar el ritmo de la vida para enfrentar las responsabilidades que tenemos para el nuevo año. No podemos negar que en toda la alegría y las algarabías tuvimos posiblemente algunos momentos no tan agradables, o bien algunas decisiones que no fueron de las más sabias.

Si lo anterior fue alguna de nuestras experiencias lo mejor que podemos hacer es entender dónde fue el error —si lo hubo— y qué podemos aprender de él, porque si podemos hacer este ejercicio podemos asegurar que no lo volvemos a repetir, sencillamente por lo que la vivencia nos enseñó. Conociendo cómo somos y cómo podemos actuar, nos cuidamos para la próxima vez para que de este modo podamos reflejar un paso de madurez adquirida y un perfil de gente sabia que no repite la misma situación para no tener el mismo disgusto.

Si pudiéramos percibir como nuestra formación es una acumulación de consejos recibidos en el proceso de la vida, pero también por los errores cometidos antes que sentarnos a lamentarlo o acusar a otros, registramos la vivencia y llega a ser parte de nuestro haber y se usa de una manera tal que cada vez somos más cuidadosos y la vida tiene más gratificaciones y menos sinsabores innecesarios.

Si pudiéramos observar las discusiones y los conflictos que muchos viven a diario, no son más que descuidos que si se hubiera solo ser más cuidadoso se podrían evitar. Claro está que en cada círculo de relaciones nos encontramos con personas tan diversas en sus puntos de vista, o bien en sus temperamentos que lo que en un círculo se puede hacer o decir en otro, ni siquiera lo intentamos porque los resultados son diametralmente diferentes. El solo hecho de pensar que podemos vivir nuestra vida como queremos, simplemente porque tenemos razón, es una triste equivocación que paga muy mal. Los que son maduros y entienden su medio calculan bien las cosas si se deben decir o callar, dependiendo con quiénes está uno.

El razonamiento anterior no se base en cuanta razón tenemos o cuan cierto es lo que decimos o hacemos, sino más bien con quiénes estamos y en que ánimo y capacidad están ellos y no tanto nosotros. Esto nos lleva a entender que hay muchas relaciones, las que heredamos y otras que las cultivamos, y para conservarlas en forma pacífica y provechosa muchas de las veces debemos sacrificar opiniones y también gustos y de esa manera tenemos relaciones mucho más agradables a largo plazo. Además, en muchas ocasiones se nos incluye o invita a reuniones porque sí sabemos comportarnos sabiendo con quiénes estamos, al igual que no se nos extrañe en absoluto si se nos excluye de reuniones por el simple hecho de no ser considerados para conservar las relaciones pacíficas y amigables.

Solo observando en derredor conflictos entre individuos y guerras que no son más que producto de no tomar en cuenta a las partes y por imponer nuestra manera de ser y ganamos conflictos.

Planifiquemos que este nuevo año, habiendo aprendido de errores pasados y de los cuales al no poder revertir el proceso nos dispusimos a cambiar, entonces seamos agentes pacificadores como puentes que podemos acercar los que están distanciados y por cierto el fin de año será más gratificador.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.