ALEPH

Macabra tentación

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Démosle un dulce a un niño, y digámosle que no se lo coma. Pongamos un arma en la mano de alguien, y recomendémosle que no la use. Armemos a la ciudadanía, y digámosle que no haga guerra. Y si hay guerra no nos preocupemos, porque la “pacificación” de los territorios devastados y el control de los daños estará a cargo de los mismos dueños de la industria armamentista.

En París, jóvenes explotando en mil pedazos y asesinando inocentes, con el cinturón de explosivos amarrado a la cintura. En Guatemala, El Salvador y Honduras, niños y adolescentes cumpliendo rituales de iniciación en maras, que exigen matar sin consideración alguna. En El Cairo, 16 personas muertas en un club nocturno, luego de que dos jóvenes lanzaran cócteles molotov desde una motocicleta. En California, una joven pareja masacrando gente con dos fusiles de asalto y dos pistolas obtenidas legalmente en EE. UU. En su casa, además, había un arsenal de cinco mil balas, 12 bombas caseras, y otras sofistaciones para matar. ¿Alguna vez, siendo niños y niñas, estos asesinos se imaginaron que serían tales? ¿O sucedió como con aquel experimento en Stanford (“El efecto Lucifer”), y resulta que el arco que traza la flecha se ve obligado a cambiar de dirección en un mundo cada vez más expuesto (vía la publicidad, las narrativas culturales, y lo económico) a las armas y la violencia?

No cabe el argumento de que las armas no son ni buenas ni malas, porque no estamos hablando de pizzas, sino de objetos para matar. Hoy, 750 millones de personas en el mundo no tienen acceso al agua potable, pero se estima que entre un 3 y un 4 por ciento del PIB mundial corresponde a gastos militares (http://www.globalissues.org/article/75/world-military-spending). En el 2006, la venta total de armas de las cien empresas productoras más grandes del mundo ascendió a un estimado de US$315 millones (SIPRI). ¿Somos una mejor humanidad?

El gasto militar mundial descendió entre 1988 y 1998. Década ganada, enfocada al crecimiento económico. La caída del Muro, la reconfiguración geopolítica y una ola democratizadora provocaron esta reducción. Pero para el 2008 las ventas aumentaron un 70 por ciento, hasta llegar a US$1.7 billones, y desde entonces la cifra se mantiene. En el 2000 se reactivaron los conflictos en distintas regiones, la OTAN reavivó el tema de la seguridad, y Rusia y Europa se sumaron. La industria armamentista se recuperó. ¿Los conflictos de “cuarta generación” pondrán a volar pronto bombarderos con las capacidades de un drone, sin piloto a bordo y con armamento nuclear?

En el mundo hay 639 millones de armas de fuego, mitad en manos de civiles y el resto, en manos de cuerpos policiales y de seguridad. Una por cada 10 personas (Unesco). Desde la invención del AK-47 (1947) se han producido unos 70 millones de estos, y de los más de 30 millones de muertos en los conflictos armados, 26 han sido por armas ligeras. Una macabra tentación en manos de seudodioses que fabrican guerras, conflictos civiles, étnicos, de países, de parejas, con fines criminales. Y cada minuto muere un ser humano por ello.

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.