IMAGEN ES PERCEPCIÓN
Mal manejo de imagen pública
El año pasado cuando la exvicepresidenta Baldetti regresó de su viaje a Corea, la esperaba la prensa para escuchar su versión sobre el caso La Línea y todo el escándalo de corrupción que había estallado.
El hecho es, que si ella hubiera manejado la crisis con inteligencia, sentido común y amabilidad, seguramente habría salido mejor parada de la situación. Sin embargo, hizo lo opuesto, se contradijo en sus declaraciones, actuó con soberbia, enojo e ironías, al punto de que literalmente se hizo aborrecer no solo por la prensa, sino que la opinión pública se la comió viva.
Las redes sociales la despedazaron sin piedad, su actitud desató la ira del pueblo, que se volcó al parque central para exigir la renuncia de esta señora, que ahora está pagando muy caro su descontrol, prepotencia y abusos.
Hoy por hoy y ya en frío, bajo este referente vale la pena analizar la imagen pública del presidente Morales, que está comportándose con las mismas “actitudes” belicosas que sus antecesores, que, por cierto, no terminaron muy bien. La situación del presidente es complicada, porque sumado a la crisis por la que está atravesando, el manejo de su imagen deja mucho que desear.
Debe considerarse que la prensa y los gobernantes son enemigos naturales dentro del ring del escenario político coyuntural, pero para minimizar este efecto, sirven las buenas relaciones públicas con la ciudadanía y los medios, que solo se logran con un plan estratégico y bien estructurado; estas nacen con un triple fundamento: informar, persuadir e integrar.
Quien decide postularse dentro del campo gubernamental debe medir las consecuencias que trae consigo ser una figura pública, y entender que estará expuesto al escrutinio y la crítica por cualquier acción, no digamos por hechos que impliquen actos de corrupción del propio funcionario o de su familia.
La gestión Morales ha sido estéril, opaca y sin ningún avance para el país. Las carteras de Salud, Educación y Seguridad siguen abandonadas. La economía está en el suelo, no se percibe ninguna medida para reactivarla.
Ocurren tragedias naturales en el país y Jimmy brilla por su ausencia, no se apersona a dar consuelo al pueblo que está sufriendo. Toma una decisión y se retracta al día siguiente, muestra inestabilidad total. Si él considera que no puede desempeñar el cargo, lo más digno es renunciar.
Sumado a la incapacidad de su administración, vemos a una persona que se queda dormida en un acto público, que le dan arranques de ira y euforia, al punto de que baila “punta”. Además, no es lo suficientemente accesible con la prensa.
Si el presidente Morales considera que algún periodista lo está chantajeando, es necesario que ponga las denuncias correspondientes en el MP. Pero su obligación como servidor público es rendir cuentas.
Aprender sobre la marcha a manejar bien sus relaciones e imagen pública será un reto, si es que aún le interesa hacerlo, porque se ha desgastado mucho, en muy poco tiempo. Morales debe analizar cada una de sus acciones de comunicación estratégicamente y no actuar con el hígado.
Es necesario que mantenga una actitud madura y estable, no con arranques bipolares. Aquí no caben las pataletas iracundas, —simplemente— “el que se enoja pierde”. Si los actos gubernamentales no están dirigidos al beneficio del pueblo, será imposible persuadir a los medios y a la ciudadanía —que ya está planeando ir a manifestar a la plaza central—.
Es bueno aprender de las lecciones de otros y tener cuidado con las actitudes impulsivas y soberbias, porque a los del gobierno pasado les costó el puesto y hoy están privados de su libertad.
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