Merry sincret-xmas
El otro día, caminando por una calle de Panajachel, me llegó una melodía conocida que, sin embargo, me supo rara; era la canción de Jingle Bells interpretada en marimba. A la siguiente cuadra, del interior de la iglesia evangélica salía la melodía de una Silent Night que podría estar sonando en cualquier calle newyorkina en ese justo momento. Recordé, entonces, que a lo largo del camino hacia Sololá habíamos visto varios grupos de niñas y niños vestidos con sus trajes indígenas saludando y cuidando ventas de venados, como los renos del trineo de Santa Claus, hechos de ramas de árbol, y ovejas de tusa o tiras de manzanilla pensadas para adornar los nacimientos católicos.
Algunos hablan de sincretismo, otros de mestizaje, algunos más de hibridación cultural, otros de colonización y resistencia. Particularmente, como no creo en el purismo racial, sostengo que toda la humanidad se ha hecho préstamos a través de la mezcla de diversas culturas a lo largo del tiempo. Claro que hay grados, porque generalmente quien coloniza impone con más fuerza su modelo que quien es colonizado; porque quien tiene más poder imprime más honda la huella que quien tiene menos. Claro que no es siempre en esa medida fija, porque las resistencias desde las diferencias culturales se hacen presentes de muchas maneras con el pasar de los años.
Si situamos la Navidad en el ámbito dinámico del mercado, que hace posible que los bienes simbólicos de una cultura sean consumidos de manera consciente, inconsciente, creativa o contestataria por otra, sabremos que se ha convertido en un mecanismo para perpetuar la dinámica del mercado alrededor de este ritual, al mismo tiempo que el consumismo se ha convertido en su ideología. Y en esto también hay grados. Es entonces cuando los rituales mayas o las tradiciones religiosas se “turistizan” o folclorizan, mientras los miembros de esas comunidades consumen la música y las películas de Navidad que llegan de otra cultura, en este caso, del norte.
Aunque Jingle Bells no fue diseñada para estas comunidades ni los rituales mayas lo fueron para los estadounidenses, hay un punto en que llegan a mezclarse y nos ponen a pensar. Porque no es lo mismo ir a un Shopping Center y escuchar estas canciones que vivirlas en Panajachel. Estas manifestaciones culturales se mueven, se articulan, se encuentran, se desencuentran, se asimilan, se imponen, encuentran resistencia o aceptación, e interactúan en el contexto de las creencias, el mercado, la producción y el consumo. Y aunque el mercado no necesariamente acaba con nuestras tradiciones, no podemos negar que sí las transforma y las resignifica, al punto de poder dejarlas irreconocibles. Quién sabe y un día vemos a Maximón conduciendo el trineo por encima del volcán de Atitlán, llevándoles refrescos de Cola a nuestros ancestros.