Ocho millones en la pobreza
la calidad de pobres, porque en las procesiones, por ejemplo, se confunden guatemaltecos de todas las clases sociales, económicas y políticas, situación que también se da en la Semana Santa privada, constituida por actos que se desarrollan en el interior de los templos católicos y los de otras denominaciones cristianas no católicas.
Este año la Iglesia, desde la sede pontificia hasta en los lugares más sencillos de todas partes del mundo, ha elevado el volumen de sus declaraciones acerca de la inmensa pobreza que padece la mayoría de la población mundial y de los daños causados por “la mafia, la guerra y las drogas”. Los textos de las meditaciones “que tradicionalmente se leen en cada una de las 14 estaciones del calvario padecido por Cristo” fueron escritos este año por un obispo “que vive en el sur de Italia, la zona más pobre y olvidada del mundo moderno”, según despacho de la Agencia France Presse, publicado por Prensa Libre el miércoles.
Y la semana que acaba de terminar, la cadena de noticias CNN dio cauce a una declaración oficial de Guatemala en el sentido de que más de la mitad de la población guatemalteca vive en la pobreza y en la pobreza extrema, lo cual quiere decir que unos ocho millones de guatemaltecos se encuentran en esa lamentable situación.
El dato no es nuevo. Ha sido divulgado en repetidas ocasiones por expertos de la Organización de las Naciones Unidas, dedicados al estudio de las causas del subdesarrollo en nuestro país y de otros países de la región centroamericana. Un estudio elaborado hace 10 años por la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia de la República, el Instituto Nacional de Estadística y la Universidad Rafael Landívar, con apoyo del Banco Mundial, fijó en el 56% la cantidad de guatemaltecos que viven por debajo de la línea de la pobreza en general, y 16% por debajo de la línea de la pobreza extrema. Esa situación no ha mejorado. Por el contrario, algunos datos actuales señalan un empeoramiento proporcional al crecimiento de la población, especialmente la de las áreas rurales, a tal punto que en algunos municipios el hambre se ha generalizado.
Los mapas de la pobreza y la desigualdad elaborados por las entidades citadas en el 2004, siguen casi sin cambios. Así fueron presentados en aquel año: “A nivel departamental, los resultados indican que aquellos con mayor incidencia de pobreza general son Quiché (84.6%), Alta Verapaz (84.1%) y Huehuetenango (78.3%). A los que se suman otros departamentos del cinturón de pobreza del norte y noroeste del país, en donde cerca de tres cuartas partes de la población es pobre: Sololá (75.5%), Totonicapán (73.7%), Baja Verapaz (73.2%) y San Marcos (73.1%). Nuevamente, los departamentos más afectados por la pobreza extrema son Alta Verapaz (41.2%), Quiché (33.2%) y Huehuetenango (30.3%). Generalmente los lugares con las mayores tasas de pobreza general son también los que presentan peores resultados en cuanto a pobreza extrema; sin embargo, el departamento de Jalapa (con 30% de la población por debajo de la línea de pobreza extrema) ocupa una posición más crítica en el ordenamiento referente a la pobreza extrema (cuarta posición) que en el de pobreza general (octava posición)”.
Lo patético de todo esto es que las políticas públicas de los últimos 10 años no han propiciado una mejora sustancial de esa situación, y Guatemala sigue experimentando el menor desarrollo humano en toda la región istmeña.
El poder político debería avergonzarse.