Morir uno con amigos

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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En efecto, Margarita, todos vamos a morir. Ya la muerte se llevó a una docena de amigos y parientes, y seguirá acarreando más este año. Mire usted, cuánta gente que conocimos ya se fue. A veces me he puesto a pensar cómo será nuestro último instante. Cómo serán esos segundos. Qué vaina ¿no cree?  O que alegría. Cuando nos toque, serán encajonados nuestros apuntes y cuentas. Cosas habrá que quisiéramos que nadie lea nunca.

Luego de leer su Adiós a la vida, quise dedicarle estas líneas, decirle que es valiente; escritora fundamental; intelectual con dignidad como hay pocas. Toca usted el tema de la muerte y se lo agradezco. Un día, hace años, me dije, si la Muerte viniera en este instante y me preguntara: “¿Fuiste feliz, hermano?”. ¿Qué respondería yo? Tuve así una revelación penosa y a partir de entonces renuncié a muchas cosas. Me volví ermitaño, haragán, antisocial, no sé qué más, creo que hasta melindroso, no importa, me volví un poco más yo. Usted es bien usted y eso es lo máximo a que puede aspirar un ser humano.

Se me revolvieron estos temas de la vida, la muerte y su nota porque esta semana hace seis años, un 25 de junio, falleció el escritor y médico William Lemus —con quien por cierto no éramos parientes—. Tipo formidable, ingenioso. Usted sabe que no anotamos elogios solo por fregar. Es que cuando mueren buenas personas uno se queda pensando que en nuestro país las ha habido, lo que pasa es que se les ignora y figuran más los cafres, pero ese es otro tema. William ganó casi todos los certámenes literarios del país.

Recuerdo su famoso saludo: “Qué tal, profesor”. De joven fue ciclista. Cayó de su cicle durante una competencia en un país del sur y se partió la cadera y el codo. Por eso y por su artritis prematura lo conocimos con bastón. Fue médico de Tasso, Sam Colop, Max Araujo, Monteforte, Irina, Maco Quiroa y Efraín Recinos.

Otra impertinencia de la muerte la recibimos el 2 de junio, cuando se llevó a don Paco, el doctor en Filología Románica y miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua, Francisco Albizúrez Palma.

Toda una autoridad en el idioma, pero además un caso raro porque con esos títulos, por sus libros y aportes a la lexicografía cualquiera creería que se trataba de un señor serio y estirado. Todo lo contrario. Parecerá oxímoron, pero fue un académico humilde. Útil al país, aportó sin alardes. Suena increíble, pero hay gente culta y sencilla al mismo tiempo.

Usted es una de ellas.  Han sabido tomar la academia como lo que es, una sirvienta al servicio del ser humano y no como látigo neocolonialista. La toga es nuestra esclava, no al revés.

Me recuerda todo eso la importancia de morir uno con amigos, respetado y consecuente con sus principios, pero sin sufrir de esclavitud mefistofélico-académica ni de disonancia cognitiva. Gracias, Margarita.

@juanlemus9

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